Firestarter fue una entretenida novela de horror y ciencia ficción de Stephen King que se publicó en 1980 y le dio una vuelta diferente al concepto de Carrie con teorías conspirativas y agencias gubernamentales secretas muy propia de los tiempos de la Guerra Fría.
En 1984 fue adaptada con Drew Barrymore en el rol protagónico y la dirección de Mark Lester, quien luego tendría una mayor repercusión en el género de acción con clásicos como Comando (Schwarzenegger) y Muerte en el barrio japonés (Dolph Lundgren). El film que contó en su reparto con las presencias de David Keith, Martin Sheen y George C. Scott consiguió una mejor recepción cuando llegó a la televisión y el video club y en el 2002 tuvo una continuación en una miniserie horrenda realizada por el canal Sci-Fi.
La historia seguía a la niña psíquica en la adultez, un concepto que era interesante pero terminó desarrollado con un guión mediocre. Esta remake producida por la compañía Blumhouse, que desde hace años monopolizó el género de terror en Hollywood, está claramente destinada a los espectadores Millennials que desconocían por una cuestión generacional la existencia del film original. En parte porque desapareció de los canales de cine en la tele desde fines de los años ´90.
El público que sigue el género tiene claro que las propuestas de esta compañía en ocasiones brindan películas decentes como El hombre invisible y Freaky y en otras oportunidades mamarrachos como la remake de Jóvenes brujas.
Llamas de venganza se suma a la lista negra de Blumhouse al ofrecer un film insípido y desapasionado, producto de la labor de un director inepto que demuestra una incapacidad absoluta para crear situaciones de tensión y suspenso.
Keith Thomas, quien había tenido un debut olvidable con The Vigil (2019), elabora una adaptación tonta de la obra de King con villanos acartonados y una narración sosa donde el argumento se desarrolla de un modo acelerado y los elementos de terror se limitan uso de efectos digitales artificiales.
Al cineasta le lleva una hora establecer la premisa de la historia y cuando empieza a desarrollar el conflicto central su narración salta directamente al clímax, para cerrar la película con una torpeza abrumadora.
La recordada escena donde Charlie enfrentaba a los agentes del gobierno en una granja, que en la original tenía lugar a los 36 minutos, en la remake recién se presenta en la última media hora y luego viene el desenlace. La dirección de Thomas nunca llega a desarrollar la relación padre e hija que era el vínculo más importante de la novela de King y el suspenso que tenía la persecución que enfrentaban los protagonistas brilla por su ausencia. Lo único que se puede rescatar de esta película es la banda sonora realizada por John Carpenter y su hijo, que evocan con los sintetizadores el cine de horror de los años ´80 y la labor de Zack Efron, quien después de esto podría sumarse al equipo de remo olímpico de los Estados Unidos.
Junto con Sydney Lemmon (Fear the Walking Dead), quien encarna a su esposa en la trama, son los únicos miembros del reparto que al menos hicieron el esfuerzo de aportarle emociones genuinas a los personajes. La labor de Ryan Kiera Armstrong, en el rol protagónico, mejora con el transcurso del film y aunque carece del carisma que supo tener en el mismo rol Drew Barrymore, tampoco se puede objetar demasiado su actuación ya que se nota que ni siquiera tuvo una dirección.
Por lejos una de las peores producciones que se gestaron en los últimos años sobre una obra de King, donde se nota la falta de interés de los realizadores por el material y la falta de creatividad para ofrecer un espectáculolo más entretenido.