Segunda versión de la novela de Stephen King (la primera, en los ochenta y dirigida por Lewis Teague, tuvo como protagonista a Drew Barrymore) sobre una niña con el poder de generar fuergo con la mente, sobre los padres que tratan de esconderla y enseñarle a controlar esa fuerza, y de una agencia gubernamental que intenta utilizarla como arma. O tempora, o mores: en su momento, la novela Firestarter era una combinación de Carrie con La zona muerta, donde se mezclaba la pubertad con la política. Hoy esta historia se acerca a una versión oscura de un relato de superhéroes (un poco como Chronicle o Hijo de la oscuridad, que imaginaba un Superman malvado), aunque el tratamiento intenta seguir las constantes del cine de terror. Pero lo que queda es una especie de película de los X-Men. No es culpa de la dirección precisa y efectiva de Keith Thomas sino de cómo se pueden “leer” las historias hoy, sobre todo en el cine. Por lo demás, el film tiene la ventaja de durar lo justo y no derivar más de lo necesario; y la desventaja de contarnos a veces de modo subrayado el contexto social como para que no nos quepan dudas de dónde están los malos, cuando el original era mucho, muchísimo más ambiguo. De paso, Zac Efron muestra que no es para nada un mal actor, aunque también debemos admitir que su diálogo no es de los más inspirados que ha dado el séptimo arte.