Light My Fire.
Una mirada intensa o experimentar ira, basta para que la pequeña Charlie (Ryan Kiera Armstrong) provoque un gran incendio. Poder aún no desarrollado, resultado de un experimento secreto gubernamental. Sus padres, también poseen habilidades telequinéticas y saben que Charlie es el germen de una energía inconmensurable, equivalente a un arma nuclear. Por lo que en un primer momento le enseñan a reprimir su don, pero a medida que ella crece este se torna incontrolable.
En la era de los remakes, estamos ante uno ochentoso: Firestarter. Basado en una novela del gran Stephen King, que tenía a una pequeñísima Drew Barrymore de protagonista, provocando fuego tal dragón desbocado. Respetando la historia, ahora nuestra niña será víctima de la persecución por parte del estado estadounidense, que quiere “investigar” y enseñarle a utilizar sus dones; cosa que sus padres tratarán de impedir a toda costa. Es una especie de familia de superhéroes, pero que padecen sus poderes; lo sufren.
La película alude a esos experimentos con alucinógenos propios de la Guerra Fría, cuando la CIA pretendía a utilizar a los soldados como armas. Y se estructura en base a la acción, todo el tiempo huimos con los protagonistas. Esto hace que la narración tenga agujeros, quedan muchos cabos sueltos en la historia; inconclusos. Formalmente se acerca más a una ficción episódica, a una serie que se podría seguir desarrollando. Políticamente correcta, pero paradójicamente con un fuego interno con no alcanza a llamarada.