Un Stephen King que no prende nunca
Adaptar al maestro no es fácil, y el filme, más que dar miedo, asusta pero por lo aburrido.
Adaptar a Stephen King no es, evidentemente, apto para todo público o guionista. Las novelas del maestro del terror y el suspenso juegan muchas veces, la mayoría, con un horror psicológico antes que gráfico -que lo tienen, por supuesto-. El resplandor, de Stanley Kubrick, fue un ejemplo logrado, la Carrie de Brian De Palma, otro.
Pero hay varios casos en los que tomar o basarse en la trama, o quedarse meramente en ella no significa que se logre trasladar el temor, y a veces ni siquiera los temas que aborda el autor de It o Cementerio de animales llegan con esa solidez o vigor a la pantalla del cine. Y todo termina como una más de miedito.
Llamas de venganza tuvo una primera versión cinematográfica por 1984. Dirigida por Mark L. Lester, Drew Barrymore tenía 8 años y venía de sorprender y sorprenderse con el extraterrestre de Steven Spielberg cuando encarnó a Charlie, la hija de una pareja que había participado en un experimento médico que les generaba una capacidad telepática, y a la pequeña ser piroquinética.
A Charlie cada vez le cuesta más controlar eso de prender fuego a lo que sea cuando se siente molesta o alguien la incomoda. El bullying en la escuela es un detonante en esta preadolescente, y ese incidente hace que sus padres se planteen algo que ya habían hablado: o le enseñan a usar su poder (lo que pretende la madre, que es Sydney Lemmon, Isabelle en Fear the Walkig Dead) o la sobreprotegen y ocultan (lo que quiere el padre, Zac Efron).
Y como la relación con el padre será más fuerte que con la madre -y no vamos a recordar nada más- por más que huyan del pueblito, los malos de turno, que formaron parte del Gobierno, irán tras ellos.
del uso de los celulares a cambiar el género del villano aquí no tan villana (el capitán Hollister que era Martin Sheen ahora es la capitana Hollister -Gloria Reuben-).
Baches, muchos baches
Pero si Llamas de venganza tiene baches abundantes y resoluciones poco
El final no solo es anodino sino incomprensible.
Los efectos visuales son los esperables, el problema es que no aportan más que eso: son como efectos colaterales a una historia que al comienzo se sigue con cierto interés, pero la atención luego empieza a desvanecerse y prácticamente desaparece cuando faltan pocos minutos para el desenlace.
Entre los personajes de reparto hay caras conocidas, aunque es difícil olvidar al asesino de George C. Scott del filme del ’84. Zac Efron sufre, y mucho. Los ojos le sangran, tal vez hasta por leer los diálogos que le dieron. En cuanto a Ryan Kiera Armstong (era Antonia en Black Widow, cuando era pequeña) no hay mucho aquí como para augurarle un futuro promisorio, a menos que sus padres o agente elijan mejores libretos.