Lluvia de hamburguesas 2
Ya no sorprenden, aunque no dejan de llamar la atención, algunas obviedades de Hollywood: Esa insistencia en meter un éxito para luego exprimirlo hasta despojarlo de toda virtud que hubiera tenido en primer lugar. Es cierto, la yanqui es una industria que toda la vida se manejó por el andarivel de la taquilla, sólo que antes había otra calidad e incluso otro tipo de preocupación por lo que se le iba a brindar al espectador. Tal vez era simplemente un mundo más sutil, qué se le va a hacer. Hoy no parece haber filtros para chantar en la cara el consumismo.
De todas las películas animadas de los últimos diez años probablemente “Lluvia de hamburguesas” (2009) era la menos merecedora de una secuela, como mínimo por dos aspectos: el guión y el producto final. Respecto a lo primero, Phil Lord y Chris Miller no dejaban lugar a una continuación. Los cabos estaban atados, el personaje ya había sido desarrollado al máximo que se podía dar, lo que no era mucho por cierto, y la historia no tenía nada más para contar.
Con respecto a lo segundo, terminada la proyección “Lluvia de hamburguesas” dejaba sabor a poco, vaya paradoja. Salvo por un claro viraje estético al cine clase B de los ’50, como “El ataque de los cangrejos gigantes” (1957) del gran Roger Corman o la saga de “Los tomates asesinos”, comenzada en 1978, no había mucho para rescatar. La idea de un chico obsesionado con inventar algo a como dé lugar ya tenía en “Jimmy Neutron” (2001) a un baluarte difícil de empardar. La propuesta amagaba con interesar porque el invento transformaba la lluvia en comida, pero en lugar de plasmar un subtexto profundo, como podría haber sido la preocupación, o una mirada de los chicos, sobre el hambre en el mundo, se eligió lo anecdótico mechado con la típica historia de amor. Acompañaban al protagonista una serie de personajes con poco sustento, es decir que están más diseñados que desarrollados. Algunos son de relleno, otros aportan el costado cómico, por la forma en lugar de serlo por el contenido.
Dicho esto, queda el factor económico para justificar la segunda parte. Ahí sí no hay dudas porque a la primera le fue razonablemente bien a nivel mundial. De local salió apenas ganando.
“Lluvia de hamburguesas 2” comienza con un resumen de lo ocurrido anteriormente, agregando en el medio un personaje nunca antes mencionado, Flint, que admiraba de chico a un tal Chester V, un científico inventor de la barra de cereales nutritivos, tan sólo eso. Terminaba con la famosa máquina destruida así que es más fácil pensar como revivirla que en algo más elaborado. A partir de esta premisa si el argumento pudiera estar más tirado de los pelos sería directamente una peluca. En fin. Total que Chester V pretende hacerse del artefacto, pero para eso necesita de su inventor que, como dijimos, siempre lo admiró. Por ende, con una convocatoria a científicos para trabajar en la compañía se arregla todo.
La comida cobró vida en la isla. Nuestros héroes deben enfrentarse a cebollas de verdeo, bananas, tacos gigantes o hamburguesas completas que parecen atacarlos. Hay que ver el beneficio de que la comida chatarra esté del lado de los buenos en el subtexto, pero esto es otra historia. En todo caso podrán analizarlo los adultos que lleguen al final de la película sin caer dormidos.
Los personajes son los mismos de siempre. El padre, la novia, un amigo, un policía y, por sobre todo el mono cómico cuyas acciones rozan más la cocaína que el edulcorante. Increíblemente, el padre sigue siendo un personaje al cual todo le pasa por adelante al punto de apoyar a su hijo sin saber bien en qué.
Para los chicos es un producto lleno de colores (miles y miles de colores por todos lados), algunos gags que funcionan bien, como la escena del pantano de miel o el montaje de inventos.
Mensajes sobre la comida, los beneficios, la biodegradación, el equilibrio, la buena alimentación, el balance o el buen tino de no agrandar un combo, nunca aparecerán aquí. Eso sí, hay un poco de moralina sobre confiar en los amigos.
No hay una sola escena que deje lugar para una tercera parte. Igual eso no importa ¿no?