Los cambios sociales profundos que Internet ha traído y que posiblemente traerá son el tema central de Lo and Behold, el documental con el que el Werner Herzog ofrece una visión del mundo entre lo sombrío y lo futurista, y que se proyecta hoy, a las 18 y las 23, en el Cineclub Hugo del Carril (y repite todo el fin de semana).
A través de una serie de charlas con especialistas y personas cuyas vidas fueron alteradas por la web, el director alemán propone un recorrido desde los albores de este invento –a fines de la década de 1960– hasta la actualidad, sin pasar por alto las transformaciones que se esperan para las próximas décadas.
El resultado es fascinante, en buena medida por el talento de Herzog para orientar sus entrevistas, con preguntas amplias, pero también curiosidades puntuales acerca del personaje que tiene en frente. A la vez deja un sabor amargo, una idea algo trágica de Internet, por el uso que los humanos hemos hecho de esta herramienta. El testimonio de una familia que perdió a una hija en un accidente y, a partir de ello, fue víctima de trolls, es elocuente en ese aspecto. También las palabras de los adictos a Internet, o de las personas que viven en una comunidad aislada, en la que no hay conexión.
En otro gran momento del documental, Kevin Mitnick, un hacker legendario, deja en claro que el uso que hacen las personas de Internet es lo que representa la verdadera vulnerabilidad del sistema. Lo dice en referencia a la seguridad informática, pero es perfectamente aplicable a cualquier otra arista del tema. Danny Hillis, otro de los entrevistados, comenta en un momento de Lo and Behold: “Como Internet se diseñó para una comunidad que se tenía confianza entre sí, no tenía muchas protecciones”.
A través de sus 10 capítulos, el documental repasa nuestras dependencias actuales con la conectividad y desliza hipótesis sobre el futuro: robots que puedan jugar al fútbol tan bien como Messi, viajes a Marte o una ciber guerra que tal vez ya se desató pero de la que no todavía no nos enteramos. Y una comunicación virtual cada vez mayor, en detrimento del diálogo cara a cara, el mismo que plantea Herzog en todo el documental.