Y se hizo la red
Un axioma reza que no hay tema poco interesante para abarcar, el problema reside en encontrar los caminos para que sea atractivo o lo suficientemente perturbador para generar en el interlocutor un cambio de percepción sobre la realidad.
Tal vez, Werner Herzog conserve esa capacidad hasta que decida no volver a filmar documentales. Su pasión por conocer lo no conocido es directamente proporcional a sus planteos ante todos los saberes con los que se cruza. Se vale de la incertidumbre y de la intuición para marcar la guía de sus diarios de viaje, porque son eso los documentales de Herzog: asombrosos diarios de viaje.
No tiene problema en exponer sus inquietudes ante cámara, no tiene pruritos en expresar un pensamiento o una reflexión lúcida para marcar coordenadas diferentes en cada espacio que decide captar con su cámara. Gran preguntador, podría ser uno de los pilares que encierran al personaje de Werner Herzog, despojado de la persona. También, la sensación constante de seguridad en los pasos que pretende compartir con el espectador.
Por todo ello, y fiel a la idea narrativa de un hipertexto con hipervínculos, la travesía propuesta en este nuevo opus Lo and behold: Ensueño de un mundo conectado (2016) se interconecta con la gran pregunta que por suerte no aparece al comienzo: ¿podrá Internet soñar con Internet? La referencia directa a Blade Runner (1982), donde la pregunta estaba orientada al sueño de los androides, es el primer eje de incertidumbre que en estos diez capítulos abren los hipervínculos mencionados al comienzo.
No por cronología sencillamente, sino por un rumbo posible entre tantos otros, el documental busca abarcar todos los fenómenos relacionados con la interconectividad; con los paradigmas de la Internet como el elemento que ha revolucionado las relaciones del ser humano; con luces y sombras por algo que se desconoce aún, desde el punto de vista de sus potenciales.
La prehistoria de Internet lo lleva a Herzog a tomar contacto con los pioneros, lo ancla en términos conceptuales a una década en que todo se dio vuelta en relación a la comunicación entre computadoras. Y, en ese sentido, los planteos futuros para encontrarle un propósito mayor a la red de redes.
Desde ese preámbulo, con la problemática de la internconectividad a cuestas, se desprenden diferentes capítulos atravesados por las ventajas y desventajas del ingobernable monstruo. Por ejemplo, el centro de rehabilitación para adictos a la Internet, en contraste a los avances en inteligencia artificial y robótica (robots que juegan al fútbol, vehículos que se manejan solos y que aprenden de los errores en el tránsito para no repetirlos), para así arribar en zonas difusas como los hackers, la privacidad y la peligrosidad de manejar una herramienta de comunicación poderosísima y con efecto impredecible.
Sin embargo, los cuestionamientos no obedecen a una posición tomada por parte del director de La cueva de los sueños olvidados (2010), porque el sentido de su viaje no apunta al didactismo o al juicio valorativo sobre usos y abusos de las redes, pero sí a la acumulación de información, de testimonios de expertos, pero también del encuentro con gente que padece el fenómeno de las conexiones y la interdependencia.
Así las cosas, Lo and behold… cumple con creces los objetivos de contagiar las ganas por conocer y por aventurarse a un universo de preguntas difíciles pero apasionantes y necesarias, para sacar alguna conclusión en un manto de desinformación, especulación y manipulación del conocimiento y de las maneras de transmitirlo.