Trata y explotación de personas, pedofilia, femicidio: tres temas de semejante envergadura parecen demasiado para una sola película, y en el caso de Lo habrás imaginado la rebalsan. La sensación de desborde aumenta ante los parlamentos que subrayan la crítica autoral a un país «de mierda» –el nuestro– donde «nos matan nuestros pibes; nos matan nuestras mujeres; están haciendo cualquier cosa» según dice entre sollozos el personaje a cargo de Carlos Portaluppi.
En su nuevo largometraje, Victoria Chaya Miranda recrea la investigación (para)estatal de una red delictiva que opera hace décadas bajo la apariencia de una exitosa ONG con sensibilidad social. A partir del seguimiento de los detectives que lideran la pesquisa, la guionista y directora revela progresivamente las artimañas financieras, políticas, familiares del artífice de la fundación en cuestión, y la identidad de su víctima principal.
La redundancia señalada no sólo aparece entre los parlamentos. También se manifiesta en los personajes arquetípicos que componen –con toda la entrega posible– el mencionado Portaluppi, Osmar Núñez, Mario Pasik, Diana Lamas, Esteban Prol, Germán de Silva. El estereotipo roza la parodia en el caso de la bienuda que encarna María Ibarreta, sobre todo en las escenas donde habla francés –con mucho acento argentino– con su esposo, interpretado por Pasik.
Son también evidentes el propósito de las escenas de sexo, así como la razón de los primeros planos acordados a la inexpresividad de Abril, atribulada mujer que interpreta Lamas. En sintonía con la expresión devenida en título, en Lo habrás imaginado es posible anticipar mucho de lo que sucederá.
Acaso lo más disruptivo de esta propuesta sean los dibujos animados que nos retrotraen a la infancia de la mencionada Abril. Vale preguntar cuánto aportan a las revelaciones que escuchamos en el juicio contra el factotum de la corruptísima –y corruptora– Angel Love Foundation.
Aunque el film aborda flagelos de innegable actualidad, las escenas típicas del género policial (duelos verbales, puteadas, golpizas, disparos, cruces de autos) lo ubican más cerca del cine argentino de los ’80 o ’90 que de thrillers contemporáneos sin precedentes, por ejemplo El otro hermano de Adrián Caetano. Según la ocasión, la música original de Lula Bertoldi aumenta o disminuye la sensación de que estamos mirando una película añeja.