Lo indignante
Si en "Argo" elogiamos la acertada elección de los actores que personifican a quienes vivieron lo que se muestra en el filme -por su parecido con ellos- aquí no hay elogio que valga, porque no solo no se parecen en nada a los que pasaron por este drama -tal como se puede apreciar en la foto de los créditos finales- sino que, para peor, optaron por una pareja de aspecto publicitario, acorde a la finalidad del filme.
Los primeros diez minutos son dedicados a presentarnos a la familia formada por Henry (McGregor), María (Watts) y sus tres hijos -además de colar el primer "chivo" de la película-, quienes se disponen a pasar unas vacaciones distintas en un hotel sobre la costa tailandesa, en diciembre de 2004.
Sin profundizar demasiado en los personajes, y para cumplir con los cánones actuales, la espectacularidad de los efectos especiales irrumpe pronto con la misma fuerza que el tsunami que replica. A partir de entonces inicia la historia de supervivencia de esta familia, que por fiel que sea al hecho real, en cine aparece inverosímil, y hasta por momentos risible; como la escena donde el padre va en busca de su hijo y como si de un vodevil sin puertas se tratara, todo se resuelve ridículamente.
Bayona construye su relato sobre el morbo y la redundancia. Pone a los personajes a relatar lo que ya ha sido mostrado profusamente, y -para peor- usa con una bajeza condenable la horrorosa situación por la atravesaron miles de seres -una familia argentina inclusive- para usar como fondo de uno de los momentos más deleznables de la historia del cine; cuando un representante de una compañía de seguros que sponsorea el filme aparece en escena, convirtiéndolo en un hecho obsceno por donde se lo mire.
La lucha de una madre y su hijo por sobrevivir en la situación más extrema es mostrada con gran realismo, los efectos especiales son realmente impactantes y muy logrados. Lamentablemente, tamaña producción, sumado a tomas más propias de un aviso de shampoo que al drama que relata, acaba por derribar cualquier empatía con el relato. Sí vale destacar la labor de Tom Holland como el pequeño Lucas, interpretado con credibilidad y solvencia. Por lo demás, abundan los clichés, golpes bajos y escenas moralizantes acerca de la solidaridad, las que son más propias de un episodio de Plaza Sésamo que del filme que "Lo Imposible" pretende ser.