Cuando en el 2007 Juan Antonio Bayona arremetió con su opera prima “El Orfanato” uno ya podía anticiparse al hecho de que este joven realizador español movería los cimientos de la industria del cine hispanohablante con su futuros trabajos.
Ganador del premio Goya por aquella producción, a Bayona le llovieron propuestas de la meca del cine para que se sentara en la silla de algunos importantes proyectos (sobre todo en términos económicos, como ser el caso de un capítulo de la saga “Crepúsculo”) y sin embargo tuvo la cintura suficiente como para sortear esa etapa de su carrera y esperar la llegada del momento justo para desarrollar su próxima película.
Basada en la impactante historia de los cinco integrantes de la familia Belón que fueron víctimas del tsunami que azotó Tailandia y gran parte del sudeste asiático en 2004, “Lo Imposible” es una producción de proporciones técnicas inmensas (inimaginables e incomparables con cualquier otra que provenga del viejo continente) al servicio de un relato que presenta una cruda visión de la realidad que estremece hasta los huesos.
Realmente “Lo imposible” ofrece una recreación impresionante e impactante de la durísima, triste y desoladora situación que vivieron todas las víctimas de este desastre natural, convirtiéndose en una de las películas más importantes dentro de la historia de este sub-genero, como así también en el único y definitivo relato sobre lo acontecido en el 2004.
La escena en el que el tsunami arremete contra las costas tailandesas es uno de los espectáculos más imponentes que brindó el año en materia de realización cinematográfica, pese a que la crudeza de lo que se cuenta no lo haga para nada disfrutable.
Ni siquiera el logradísimo trabajo de Clint Eastwood que retrata la misma situación en “Más allá de la vida” (nominada un Óscar por mejor efectos especiales) es comparable con el apartado técnico de la producción de Bayona que simplemente podría definirse como escalofriantemente perfecto.
El único problema que le encuentro a “Lo Imposible” es que todo ese despliegue visual y sonoro (la edición de sonido y la impecable banda sonora de Fernando Velázquez incluidos) está al servicio de una historia atravesada por el drama en todas sus formas. Es decir, de aquel drama que se vuelve atrapante para el espectador y del otro que le pega constantemente donde más duele.
No sería justo decir que lo hace de forma innecesaria, porque es imposible contar esta trágica historia de otra manera. Sin embargo, el hecho de reflejar un suceso tan conmovedor que habla de la fuerza del amor y la familia dentro de un contexto real y doloroso que, de forma completamente injusta y arbitraria, dejó a miles de personas y familias destruidas no deja de ser chocante.
Por eso creo que cuando termines de ver “Lo Imposible” no vas a saber realmente si son los pasajes tristes u los alegres del film los que más te movilizaron y emocionaron, ya que tanto el guión de Sergio Sánchez como la dirección de Bayona no inclinan la balanza y ofrecen en definitiva un producto humanamente alentador dentro de un envase muy trágico y desolador.
Las correctísimas actuaciones de Naomi Watts y Ewan McGregor son importantes para sostener las casi dos horas de duración de la película, pero la esencia, sin dudas, está concentrada en el trabajo de los jóvenes actores Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast quienes toman la responsabilidad de emocionar al espectador a medida que avanza el relato.
En definitiva, “Lo imposible” es una película que vale la pena recomendar, no solo para ser testigo de un drama histórico reflejado de forma perfecta en el séptimo arte, sino también para encontrarse uno mismo parado frente a un aluvión de emociones que invitan a la reflexión y el procesamiento interno de las mismas.
Además es la clara muestra de que Bayona, cuando se lo proponga, pueda reclamar con total autoridad su lugar dentro de los grandes artistas que triunfaron en la meca del cine.