Admirable ejemplo de melodrama épico
Si ya en «El orfanato», Juan Antonio Bayona había lucido su talento, sensibilidad y vocación de cineasta internacional, en éste, su segundo trabajo, confirma la impresión y redobla sus méritos. Cierto que la obra se estira un poquito más de lo necesario, pero igual es impresionante, por su historia, su tratamiento, y sus desafíos.
Se muestra acá la experiencia de una familia que fue de vacaciones a una isla tailandesa justo en Navidades del 2004. Viaje levemente «premonitorio», llegada a un lugar hermoso, cena feliz, lanzamiento, también «premonitorio», de decenas de globos iluminados hacia el cielo. Y después, la mañana del 26 de diciembre.
La secuencia del tsunami es atroz, excelente, extensa. Unos diez minutos donde uno se siente arrastrado, golpeado contra quién sabe qué, aturdido, desesperado. Y todavía no vivió lo peor. La visión de los cuerpos, la conciencia del desastre, la aflicción por el destino incierto de los suyos, las infecciones, la dificultad para hacerse entender en tierra extraña, la impotencia. Más que cine-catástrofe, esto es cine post-catástrofe. Y en medio de un espanto difícil de soportar, es también una muestra notable de melodrama épico, donde se afirman la lucha, el amor y el milagro.
Precisamente, lo que importa, es la historia de cómo pudo sobrevivir una familia, cómo un chiquilín debió crecer en pocos días para ayudar a su madre y también a cuánta gente pudo, y cómo tanta gente ha tratado de entender lo imposible: ¿por qué, en el mismo lugar, unos tuvieron suerte y otros perdieron tanto? Se sale del cine admirado por la excelencia del trabajo, y un poco acongojado por este pensamiento que sólo puede tener consuelos incompletos. Esa es la idea (y para eso aparece Geraldine Chaplin, en un diálogo casi poético).
En emociones, reflexiones, retratos y relaciones, el cuidado por los detalles dramáticos y psicológicos, la dirección de actores infantiles (notable Tom Holland junto a Naomí Watts, que al fin se luce a pleno), en el uso de la música casi coprotagónica, y hasta algunos planos que parecen homenajes (pero simplemente son muestras de fidelidad al cine clásico), todo el film es digno de Spielberg. Si, en cierto sentido Bayona y su guionista Sergio Sánchez son dignos seguidores de los costados más inquietantes del cine de Spielberg. Con un mérito adjunto: ésta es una película enteramente española. Sólo las maquetas de un plano general son alemanas. Lo demás se hizo enteramente en estudios de Alicante, con toneladas de agua sucia y muy pocos efectos digitales, lo que permite mayor verosimilitud. Y con elenco internacional, es cierto, lo que permite mayores ventas. La australiana Watts y el escocés Ewan McGregor, cada uno hablando su tonada, conducen una familia, nadie sabe de dónde, que sólo quiere «volver a casa», como todas las demás. La original cuya historia real dio origen a la película se llama Alvarez Belón: María, Enrique, Lucas, Tomás y Simón, los mismos nombres que los personajes de la pelicula. Ellos pudieron volver.