Los creadores de El Orfanato cambian de género, pero meten otro golazo de media cancha.
Me habían notificado sobre la hora que tenía que ir a una privada de una película intitulada Lo Imposible. Inmediatamente busque la película en IMDB y debo decir que el prospecto de ver la historia ––basada en hechos reales–– de una familia que sobrevive a un tsunami con Naomi Watts e Ewan McGregor en los protagónicos, parecía indicar que lo imposible era que esta película me gustara.
Luego me entere que quien dirigía la película era J.A. Bayona, director de ese peliculón de terror ibérico llamado El Orfanato; pero pensé que este título podría ser ese cambio de timón que tienen de tanto en tanto los directores. Viendo la ficha de IMDB, descubrí también que este nuevo film de Bayona está escrito por Sergio Sánchez, el mismo guionista de El Orfanato; lo que pinta a este caballo de otro color.
Infortunadamente a mi Internet le agarra un leve patapufete, y me quedo sin ver el tráiler. La curiosidad me carcomió mientras dormía, mientras desayunaba, mientras me duchaba, mientras salía de mi casa, mientras me tomaba el subte, mientras me tomaba la combinación de ese subte, hasta que llegue a la sala. Me entregan la gacetilla, con comentarios del director, la leo y para hacer corta una historia larga, pensé “Santi, cuando llegues a casa y prendas el procesador de texto, tené el meme de Virginia Lago a la mano.”
Gracias a Dios, este no fue el caso, a continuación les cuento por qué:
¿Cómo está en el papel?
La película tiene un guión armado como un mecanismo de relojería. La introducción, nudo y desenlace de la trama están ajustados al milímetro. Se invierte el tiempo justo y necesario tanto en la presentación de los personajes así como de su psicología ya que se tiene presente que la carne del relato es la historia de supervivencia. Cabe destacar la manera en la que se elige presentar al tsunami que desencadenará el conflicto a través de pequeñísimos detalles que están más a la mano de cualquiera.
Ya pasado el tsunami, el segundo acto se divide claramente en dos mitades: la primera, ni bien pasa la tragedia, tiene a Naomi Watts y a su hijo de ficción surcando Tailandia en busca de su esposo y sus otros dos hijos; la segunda tiene a Ewan McGregor y los otros dos hijos del matrimonio haciendo lo mismo.
No puedo hacer mayor profundización en el argumento sin arruinarles el goce de verlo por ustedes mismos. Solo puedo decirles que la película consigue transmitir con creces su mensaje de conservar la humanidad, la caridad y la esperanza sin importar lo adverso de las circunstancias. Cuando uso el término “adverso” lo uso en el más categórico sentido de la palabra. El sufrimiento, físico y emocional, que experimenta esta familia le cala al espectador dentro de lo más hondo, al extremo de preguntarse si tendría la misma entereza de espíritu en una situación similar.
Pero lo más importante de todo, es que encuentran una manera de narrar este sufrimiento sin necesidad de ningún golpe bajo o un heroísmo exagerado. Hay escenas donde los personajes muestran un enorme humanismo sólo para romper a llorar de desesperación en la escena siguiente.
¿Cómo está en la pantalla?
Intachable desde donde se la mire. Tire un apartado, lector, el que sea, y le puedo garantizar que esta película lo borda de una manera excelente haciéndolo parte fundamental de la narración. Las decisiones de dirección de Bayona son impecables. Desde el uso del sonido, pasando por las cautelosamente compuestas puestas de cámara, hasta por el estratégico uso de las elipsis en el montaje.
En el apartado actoral, destacan todos, y cuando digo todos, digo todos. Ewan McGregor entrega una actuación muy sincera que matiza el más determinado coraje con el más desolador llanto. Los niños actores entregan una madurez actoral inusual para personas de su edad. Pero la que se lleva las palmas en este apartado es Naomi Watts, cuyo personaje, y sobretodo su interpretación, son la brújula moral y el corazón de la temática humanitaria a la que se dirige la película. Una interpretación que no tiene el más mínimo desperdicio, con particular énfasis en el inicio del segundo acto. Hasta los pequeños cameos ––atención con Geraldine Chaplin–– están bien.
Conclusión
Muchas veces a un espectador le resulta atractivo ver lo peor de la naturaleza humana, ya que cuando se trata de mostrar lo mejor lo hacen de un modo que no engancha, y los que narran estas historias se excusan diciendo “es la realidad”. Bueno, la historia que aquí se cuenta es la realidad, pero en un marco de acción y aventura que es únicamente el plato donde se sirve la historia más suculenta de esta familia, que aun sabiendo que tenían grandes chances de enfrentarse a lo peor, eligieron no bajar los brazos. No le estoy arruinando el final, espectador; se lo que le digo. Esa es otra prueba del increíble talento de Bayona y compañía, el haber sabido sostener cerca de dos horas un relato donde el cómo termina no es tan relevante comparado a la travesía que los lleva a ese punto. Una narración extraordinaria de gente común que es una Alta Peli con todas las letras.