Alta dosis de melodrama.
No caben dudas de que el novelista estadounidense Nicholas Sparks se ha convertido en una máquina de delivery de material para películas románticas. Lo mejor de mí (The Best of Me), la más reciente en arribar a las salas, es su novena producción para el cine, tarea que no decrece desde los éxitos de Diario de una pasión y Mensaje de amor hace más de una década.
Naturalmente, esta nueva historia tiene su sello por todas partes. Como buen alquimista de las emociones, Sparks toma algunos de sus ingredientes favoritos de la repisa creativa (en este caso amor eterno, diferencias sociales, predestinación, paso del tiempo, renuncia, inevitabilidad) y los combina para entregar un aceptable melodrama, que abunda en componentes que derivan en lo lacrimógeno.
La trama gira alrededor del reencuentro de Amanda Collier (Michelle Monaghan) y Dawson Cole (James Marsden), quienes se enamoraron en la escuela secundaria, pero por razones que desconocemos están separados en tiempo actual, 20 años más tarde. La hábil mano del director Michael Hoffman hará que las transiciones entre pasado y presente se vuelvan ágiles y calculadas logrando el efecto deseado: en la medida en que se desentrañan los nudos argumentales se tensa el nudo en la garganta del espectador.
La mayor frescura, mientras, está en las interpretaciones de Luke Bracey y Liana Liberato (Dawson y Amanda adolescentes) a cargo de la versión lejana. Si bien en un principio cuesta identificarlos (el parecido de los actores no fue tenido en cuenta), como en un yin yang del amor, ellos manifiestan la claridad, la naturalidad de los sentimientos y la ilusión de la juventud, frente a la oscura resignación de la adultez que encaran Monaghan y Marsden.
No recomendable para cínicos, Lo mejor de mí no pasará a la historia, irónicamente, como la mejor historia de Sparks, pero es una buena cita para los amantes del romance.