Podría decir, sin temor a equivocarme ni estar exagerando demasiado, que “Lo mejor de mí”es de lo peor que he visto en cine en los últimos años, 56 exactamente, que son los que denuncia mi partida de nacimiento.
Todo es del orden de lo paupérrimo, y en esto preservo algunos rubros técnicos, el clasicismo a ultranza del diseño de montaje en la estructura narrativa, para contar una historia que alterna en dos dimensiones temporales y un par de actuaciones.
El resto es material descartable, pero a punto tal que es alarmante el menoscabo para con el espectador, en relación a elementos tan pueriles como la selección de actores para interpretar mismos personajes con diferencia de 20 años. Sabemos que 20 años no es nada, en éste film es mucho, tanto que una rubia de verdad, con ojos celestes, como Liana Liberato a los 17 años se transforma en Michelle Monaghan morocha de ojos verdes a los 37, ambas personificando a nuestra heroína Amanda.
Peor el caso de los actores que personifican al héroe, Dawson, que a los 17 años interpretado por Luke Bracey, también rubio y de ojos verdes no sólo se transforma en James Mardsen, castaño de ojos celestes, sino que se achica corporalmente.
Digo, es tan malo el casting, que la sola transformación mueve a risa, y estamos en presencia de un filme que intenta encuadrarse dentro del género del drama romántico.
Siguiendo con esto de lo no creíble, la construcción y desarrollo del personaje masculino raya en lo inverosímil a ultranza: Dawson es la versión masculina de la Madre Teresa de Calcuta, o la traslación humana de Lassie.
Dawson es el hijo menor de una familia a la que la madre ha abandonado, su padre y sus hermanos son la reencarnación viva de Lucifer, y si, como se dice, la fruta no cae lejos del árbol, entonces Dawson fue intercambiado en la nursery, o bien es adoptado. Y ya entramos en otra de las vertientes inverosímiles del texto.
Dawson y Amanda se conocen, las distancias sociales los separan, pero el amor es más fuerte, como tampoco es creíble el proceso de enamoramiento, digamos que seria más certero hablar de calentura adolescente. En ese devenir del tiempo aparece un personaje Tuck (Gerald McRaney), viudo que lo adoptara al joven, ¿sería la segunda adopción? (recordemos que ya tiene 17 años) y Tuck se enfrentara a la banda de malvados con consecuencias no sólo previsibles sino dichas por el propio personaje, ergo, menos suspenso que observar una ameba.
Todo estará en contra de que la pareja se constituya como tal, familias y hechos fortuitos harán su trabajo, 20 años después de ese fracaso, la muerte de Luck volverá a reunir a la pareja, ella infelizmente casada y madre. Él soltero y amargado, o no.
No sabe, no contesta.
Michelle Monaghan hace lo que puede con su personaje, ella sale airosa o yo le perdono cualquier cosa, el otro punto a favor está en la actuación de Gerald McRaney.
Nada más.
Narrada en tiempos paralelos, el relato cuando no raya lo ridículo es un catalogo de lugares comunes, a esta altura no se sabe a quien echarle la culpa si a la novela de Nicholas Parks (otra más llevada al cine) o la traslación al cine de la misma o ambas cosas.
Si por si todo esto fuera poco, el final es para regalar balcones por lo tosco e idiota, si llega a cobrar alquiler, puede ser denunciado por estafa.