Si te he visto, sí me acuerdo
Romanticismo algo rancio es el que ofrece esta adaptación de un novelista ya de culto en el género.
¿Qué tienen en común Noches de tormenta, Diario de una pasión, Un amor para recordar, Querido John, Un lugar donde refugiarse, Cuando te encuentre, Mensaje de amor? No sólo toneladas de almíbar en sus títulos, sino a Nicholas Sparks como autor de las novelas en las que se basaron esas películas, casi todas cortadas por el mismo cuchillo: historias de amor no correspondidos, sea por lo que sea, a veces en circunstancias inauditas, y otras más o menos creíbles.
A la lista hay que agregar la que se estrenó ayer, Lo mejor de mí -y en breve un par más de adaptaciones-, que sigue al pie de la letra los lineamientos de Sparks. Que es un novelista exitoso, y las películas también lo son, hay que reconocerlo.
Dirigida por Michael Hoffman -el realizador de Restauración, por la que el cordobés Eugenio Zanetti ganó su Oscar como director de arte-, Amanda y Dawson pertenecían a dos mundos diferentes ya en su adolescencia, pero lo suyo es conocerse y amarse. Por un motivo que no vamos a revelar, se separan, pero muchos años más tarde la herencia por la muerte del padre adoptivo de él vuelve a reunir a la pareja, que no habían vuelto a verse, ni escribirse. El es un solitario, ella, una mujer infelizmente casada.
Al margen de las inverosimilitudes que irá planteando la trama -que sí nos besamos, que mejor no, que por qué te alejaste, etc., etc., etc.- hay un problema en el casting. Y no porque James Marsden (Encantada) y Michelle Monaghan (8 minutos antes de morir) no puedan recitar diálogos increíbles, sino porque quienes los interpretan en su juventud (Luke Bracey y Liana Liberato) no se parecen para nada, pero para nada a ellos.
A quienes vayan a ver Lo mejor de mí sólo como excusa para estar más atentos a la pareja que los acompaña y no a lo que sucede en la pantalla, les sirve. Es larga: 118 minutos si resisten hasta los créditos finales.