¿Es la vida algo simple o complejo? Eso es lo que se pregunta Xavier Rousseau (Romain Duris), escritor francés de 40 años que simboliza la existencia humana como un trayecto entre los puntos A y B y cuyo conflicto radica en su propia incapacidad de realizarlo de manera recta y sin altercados. Lo Mejor de Nuestras Vidas es una comedia romántica de índole generacional que gira en torno a su protagonista y sus mujeres. Forma parte de la trilogía iniciada en 2002 por el director y guionista Cédric Klapisch con Piso Compartido y que continuó en 2005 con Las Muñecas Rusas. No obstante, en caso de que algún espectador no esté familiarizado con los episodios previos, esto no supone un impedimento para comprender el argumento central.
Wendy (Kelly Reilly) es la pareja de Xavier y madre de sus dos hijos. Ella decide abandonarlo y llevárselos a New York tras confesar su amor por otro hombre. Isabelle (Cécile De France) es su mejor amiga y quien le pide que sea el donante de esperma que le permita quedar embarazada. La tercera dama en cuestión es Martine (Audrey Tautou), ex pareja del novelista con la que comparte cierta percepción melancólica sobre el paso del tiempo. A raíz de los acontecimientos, él decide abandonar su prometedora carrera en París para mudarse cerca de su familia en el barrio chino próximo a la gran manzana.
El film es un mash up cultural cuyo humor -a veces sutil, otras más bien bufonesco- reside en el planteamiento de circunstancias incómodas abruptamente interrumpidas por el sarcasmo del escritor a través de la voz en off y en la exposición distendida de prejuicios etarios y costumbristas. Los diálogos se presentan en distintos idiomas que interactúan entre sí y que producen escenas de gran comicidad como, por ejemplo, la negociación entre Martine y un grupo de empresarios chinos que Xavier atestigua atónito. Al comienzo del metraje se utilizan recursos estéticos -que no se repetirán posteriormente- característicos de obras derivadas de la denominada “nueva comedia americana”, tal es el caso de 500 Días con Ella y La Joven Vida de Juno. Esto no es casual, dado que se percibe cierta intención de dotar a la producción de una dinámica más emparentada al cine hollywoodense que a la factoría del viejo continente.