Joie de vivre
Probablemente Francia + Comedia romántica sea la combinación más desdeñable de género y nacionalidad. A esa fórmula se agrega un tercer componente; Francia + Comedia romántica + Audrey Tautou. A esta altura o estamos hablando de Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, 2001), o estamos hablando de un pobre intento de emularla. El gran artesano Jean-Pierre Jeunet, sin saberlo, sentó ese precedente maldito en el cine francés que generaciones enteras de realizadores se empecinan en resucitar a través de la idiosincrasia de sus personajes femeninos. Y aunque esta película tenga poco que ver con Amelie, Tautou es tan indisociablemente su protagonista que te revuelve el estómago.
Luego de décadas enteras de espontaneidad y exploración, Xavier (Romain Duris) siente que la afabilidad de su existencia se ve amenazada por la voluntad de su ex esposa, que decide trasladar a toda la familia a Nueva York para hacer borrón y cuenta nueva, recorriendo muchísimos kilómetros y husos horarios.
Esta es una tercera entrega, posiblemente el tercio final de la trilogía inaugurada en 2002 con Una Casa de Locos (L'auberge espagnole) y continuada en 2005 con Las Muñecas Rusas (Les poupées russes). No muy popular en esta esquina del mundo, pero definitivamente reconocida entre galos. Las primeras dos partes narran las conquistas y desencuentros amorosos entre jóvenes adultos, estudiantes desinhibidos, articulando a través de sus recorridos espirituales una declaración sobre la vida, las amistades y el amor. La intención de ese concepto original se mantiene, pero con quince años de experiencias gratificantes y deterioros emocionales como la maternidad, el afianzamiento y la fractura familiar cargando en sus espaldas, uno creería que la cosmovisión de sus participantes estuvo sujeta a modificaciones dramáticas hasta que una nueva forma de ver las cosas emerge entre las grietas de la madurez. No. Las actitudes no cambiaron mucho, quince años de globalización e histeria universal no repercutieron en el ánimo de estos personajes, parece. Todo igual. Todo feel good. C’est la vie.
Otra de las características distintivas de la saga es la inclusión de múltiples colisiones culturales. Cada una transcurre en un punto diferente del mundo, siendo el último escenario elegido la ciudad de Nueva York. De alguna forma el marco visual que provee es coherente y perfectamente complementario. También trillado, y bastante reiterativo. Hay pequeños momentos de consagración cómica, hay que admitir. Y si esta película cuenta con un logro, es que es completamente tolerable. Puede no parecer mucho. Y no lo es. Pero estas iniciativas suelen ser peores. Así que alcemos las manos en reconocimiento a esta comedia, mediocre y digerible.