Una mirada sobre el rompecabezas que es la existencia
Cédric Klapisch cierra con Lo mejor de nuestras vidas una trilogía que comenzó en 2002 con Piso compartido, y continuó en 2005 con Las muñecas rusas.
En 2002, Cédric Klapich realizó Piso compartido, donde Xavier (Romain Duris), estudiante francés que aspira a prolongar su ingreso en el mundo de la adultez, se suma al programa europeo de becas Erasmus y desembarca por un año en Barcelona y en un albergue de jóvenes en su misma situación y de orígenes diversos. Antes de partir, Xavier deja a su novia Martine (Audrey Tautou).
En 2005, llegó la secuela, Las muñecas rusas, donde Xavier ya es escritor, necesita encarrilar su vida personal y profesional, y se ve obligado a aceptar trabajos mediocres, mientras cuida al hijo de su exnovia y a su abuelo materno, y viaja a Londres y a San Petersburgo por razones de trabajo. Gracias a estos viajes, consigue un poco del orden ansiado.
En 2013, Klapisch llega a la trilogía con Lo mejor de nuestras vidas, cuando Xavier logra éxito con su primera novela, pero su vida personal da un vuelco rotundo luego de que Wendy (Kelly Reilly), la inglesa que conoció en la anterior historia, decide separarse de él, y mudarse a Nueva York con sus hijos, para vivir en un piso lujoso con un norteamericano.
El hecho de que su mejor amiga Isabelle (Cécile De France), la belga lesbiana que ingresó a su vida durante las aventuras juveniles, se haya instalado en esa ciudad con su nueva pareja, y el de que ella le haya pedido una muestra de semen para engendrar un hijo --aunque algo enrevesado-- pasa a ser una ventaja.
Xavier decide buscar refugio en el departamento de las mujeres hasta encontrar un sitio donde vivir, cerca de sus hijos. Y como puede ser simple en la vida de este hombre que viene construyendo su historia como un rompecabezas chino, tendrá que hacer encajar piezas del pasado y el presente; compromisos laborales, cuestiones a resolver con inmigración, regímenes de visita y educación de los hijos, abogados, ex y más ex y mucho más, todo a un ritmo que el director salva de decaer en base a una gran habilidad para dibujar situaciones y dirigir un elenco de actores que funciona como una orquesta.
Es una película para disfrutar sin profundizar demasiado en cuestiones existenciales. En definitiva, todos los "rollos" se arman y desarman en la cabeza del personaje que ofrece su mirada única y personal de la vida.