La película comienza donde otras usualmente terminan: las dos amigas conversan en la montaña, de espaldas a cámara, charlando de sus cosas, lejos del mundo, en plano entero con las montañas de fondo y la imagen de las chicas en foco rabioso, una bellísima vista de pasmosa confianza. El final es en el bosque, a ras del suelo, con las amigas de frente a cámara en plano general, interferidas por algunas ramas o algunos troncos, con foco tibio y con cierta inseguridad en los bordes del cuadro. El final perfecto a una historia breve, interior, diáfana en sus objetivos y donde lo técnico no es lo importante porque se subordina al relato. Delfina Castagnino no hizo cine de mujeres con LO QUE MÁS QUIERO, hizo cine femenino, y lo demuestra a través de la tersura de su mirada, la complejidad de su puesta de cámara y la consecuencia con sus personajes. Una película sobre la madurez que emociona cuando decantan esas imágenes de Bariloche en verano y recordamos el dolor en los ojos de Pilar Gamboa y la infinidad de matices en el cuerpo de la estupenda María Villar.