En el año 1999 los ex Cha Cha Cha, Diego Capusotto y Fabio Alberti crearon un recordado programa televisivo de sketchs cómicos llamado Todo X 2 $. En el mismo, durante las primeras temporadas, desarrollaron uno de los segmentos más celebrados, Los Especiales de Luis Buñuelo: Madre; en el cual burlándose de ciclos como Atreverse o Alta Comedia, desfilaban varios personajes (entre ellos muchos famosos actores de prestigio) que mantenían tremendas conversaciones unísonas en las que confesaban todo tipo de hechos frente a una madre indiferente en primer plano.
Lo que nunca nos dijimos, coproducción México/Argentina, ópera prima del mexicano Sebastian Sanchez Amunategui, estaría cerca de ser una aproximación al largometraje de aquel sketch; el asunto es que en esta oportunidad no hay autoconciencia paródica.
Mariana (Flavia Atencio) regresa a su casa natal en Mendoza luego de irse muy joven a vivir a México cuando ganó una beca para sus estudios de arquitectura.
En la casa la espera su madre Ceci (Ana María Picchio), una mujer de una clase media acomodada, orgullosa de ser la esposa del Dr. Di Mateo, que mantiene las apariencias como lo más importante en su vida.
En ese viaje de visita, Mariana no solo irá recordando su vida en Argentina, recordará por qué se fue, y aprovechará para sacar varios trapitos al sol.
Mariana es lesbiana, está en pareja con Fernanda (Sandra Burgos); y quiere dejar atrás su pasado mendocino. Pero el Dr. Di Mateo está enfermo, y lo que no sabe ella es que es terminal, y que, en lugar de estar en una clínica, se encuentra comatoso en el dormitorio contiguo al de ella.
Hay más, Fernanda está embarazada, y Mariana no lo sabe, y esta piensa viajar a darle la sorpresa. Por supuesto, su madre no sabe que Fernanda existe y aún después de saberlo, se empeña en ocultarla y en llamarla Fernando. Todo así, y hay más, porque la familia tiene muchísimos secretos ocultos en el pasado y seremos testigos de cuando todo salga a la luz de una buena vez.
La acción, que bien podría tratarse de una obra teatral, transcurre casi en su totalidad en las paredes de esa casa, que cada vez se enturbia más y más. Pero todo lo que se confiesa es tan apresurado y hasta absurdo, que es imposible que no nos cause bastante gracia. No hay progresión dramática, solamente picos en los que de la monotonía general, pasamos a una confesión tremenda, seguidos de, por ejemplo, una escena en la que ambas se tiran burbujitas de detergente corriendo alegres por el jardín.
Ideológicamente tampoco es muy acertado analizarla, son tantos los tópicos que trata de tocar que termina por no resolver ninguno de ellos y queda un tufillo de abalar determinadas cuestiones muy, muy escabrosas.
Atencio y Burgos (esta menos porque su participación es escasa), no dotan a sus personajes de matices, todo lo expresan en un mismo tono imposible de creer. Picchio y Juan Gil Navarro (un novio que Mariana dejó casi en el altar) logran mejores labores a fuerza de puro talento, pero lo que tienen para decir poco ayuda.
Carente de sensibilidad, no obstante, como suele suceder en este tipo de películas, y como se advierte en el primer párrafo de este escrito; si Lo que nunca nos dijimos se observa con una mirada relajada, de un extraño modo, otorga momentos muy divertidos (no perderse la discusión por la torta o la enfermera hablando sobre el mejor estar muerto).
Lo que nunca nos dijimos es a todas luces fallida, pero pasados los primeros minutos y cayendo en que lo que estamos por ver puede llegar a ser irremontable, entramos a un clima de sketch que no solo lo transformará en ameno, puede hasta ser disfrutable.