Dosis de terror en San Clemente
Dos años después de su presentación en el festival Buenos Aires Rojo Sangre se estrena esta ópera prima de Sergio Mazurek. Hay en verdad más drama familiar –con toques fantásticos– que sangre en esta fábula, que funciona casi como ejemplo de la cita de Freud (tomada de Schelling) que le sirve de acápite: “Lo siniestro es aquello que debiendo permanecer oculto se ha manifestado”. Filmada casi íntegramente en una San Clemente del Tuyú de playas despobladas, la historia de fantasmas y maldición familiar, coescrita por el realizador junto con dos colaboradores (uno de ellos, el crítico Nicanor Loreti, ex director de la revista La Cosa, acaba de ganar un premio en el Festival de Mar del Plata por su ópera prima, Diablo) trae el recuerdo de la saga japonesa The Ring, aunque sin VHS de por medio.
Víctima de frecuentes pesadillas en las que se le aparece una niña, Clara (Paula Siero, demostrando ser bastante más que dos bellos ojos) parte a la casa de infancia tras la muerte de su madre, víctima de un extraño accidente. Allí, en medio del bosque y cerca del mar, descubrirá un secreto familiar largamente escondido, que le dará la clave para un segundo secreto, más profundamente enterrado. Explicación de sus pesadillas y, también, de que Clara haya borrado de su memoria todo lo relativo a su infancia. Un policía (Luis Ziembrowski, que ya cumplió ese rol en Chicos ricos y vuelve a hacerlo en Diablo) intentará desentrañar junto a ella el pasado de muerte, culpa y locura familiar. En una subtrama de carácter más realista, que tiende a correr a la película de su eje, el marido de Clara (Carlos Echevarría), resulta ser un enfermo de celos persecutorio, abusador y golpeador, todo ello consecuencia de la frustración que le produce su infertilidad.
Básicamente un ejercicio de estilo, lo más interesante de Lo siniestro es la idea de fusión temporal, que provoca que Clara experimente, como si estuviera ocurriendo en el momento, aquello que tal vez haya sucedido en el pasado. Mazurek maneja con habilidad esa cronología alternativa, desarrollando durante casi una hora una segunda línea narrativa, con unas niñas que sufren un accidente en la casa de San Clemente, sin que se sepa exactamente cómo encaja con la línea principal del relato. A diferencia de la historia del marido celoso, encaja bien. Menos convincentes y algo más forzados son algunos vericuetos de la trama, que incluyen a un investigador excesivamente cariñoso. Con una clásica estructura circular y un no menos clásico final sorpresa, aun con las limitaciones presupuestarias propias de su carácter indie, algunos efectos especiales están bien logrados (una mancha de sangre que recula) y otros, no tanto. El envejecimiento de Laura Bove, sobre todo: la peluca demasiado obvia y las arrugas demasiado cavadas hacen quedar a los zombies de George Romero, por comparación, como obras maestras del maquillaje de género.