Lobos

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Rodolfo Durán regresa, esta vez, con un thriller alrededor de una familia de delincuentes que no pueden salir de ese círculo, escrito por María Meira.
En medio de una lluvia torrencial, dos delincuentes asaltan a un hombre en su auto, lo llevan hasta el cajero automático y luego lo dejan tirado en la calle. Esos mismos ladrones llegan, luego, al cumpleaños de su nieta e hija respectivamente, con regalos para su familia. Si bien estamos ante personas que llevan esta doble vida, hay una especie de pacto de silencio que ronda en la familia. Las preguntas que se hacen sobre cómo consiguen tal cosa son mínimas.

Luciano Cáceres interpreta a Marcelo, otro miembro de la familia, pero uno que se quiere escapar de estos aparentes designios familiares. Trabaja como seguridad privada y lleva una vida tranquila, solitaria pero tranquila. Es su padre (interpretado por Daniel Fanego) quien intenta acercarse siempre a él sin mucho éxito.

Ese lugar de hijo que en el negocio no ocupa Marcelo, es para Boris, el marido de su hija (Alberto Ajaka). Ellos dos son una especie de títeres de Molina (César Bordón), quien en realidad tiene el poder, por lo tanto es una persona a la que siempre conviene tener al lado.

Lobos va narrando los vaivenes de esta familia que resulta unida pero que al mismo tiempo está envuelta en un mundo que nunca presenta finales felices, en especial porque nunca parece posible salir de ese círculo. Porque a la larga estamos ante personajes que saben que no quieren permanecer allí dentro pero no logran encontrar una salida. Consiguieron lo que consiguieron así, pero no quieren mantenerse de ese modo de por vida. Su meta es terminar de afianzarse y salir, no obstante el negocio viene con puerta giratoria, como se encarga de remarcar un personaje.

El guion gira siempre en torno a los mismos personajes, algo que sólo puede suceder entendiendo que nos manejamos en un hábitat suburbano y poco poblado, aun así, en algún momento, parece poco verosímil.

No obstante no es en el thriller y en la historia de ladrones donde radica el corazón de la película, sino en el seno familiar. Lo familiar no sólo como sinónimo de lazos sanguíneos, sino de valores compartidos. Así, durante el último tercio, el film se torna un poco más intimista y el final, inevitable, conmovedor.