Más locas que alegres
Villa Bondi es una institución neuropsiquiátrica en la Toscana. Su antiguo edificio fue donado por los poderosos ancestros de Beatrice, una paciente que ahora deambula con sus disturbios a cuesta, arrastrando los modales de un ayer que tuvo brillo pero que hoy sólo despierta una mirada piadosa.
Y al lugar llega un día Donatella, una muchacha que arrastra un pasado donde asoma la droga, la prostitución y femicidio. Se conocen, se acercan, comparten cuarto. Un día, por un descuido de sus cuidadores, logran escaparse del instituto.
Lo que empieza siendo una travesura después adquiere sentido liberador. Lejos del lugar, el vínculo se potencia y aparecerán reproches y secretos. Las dos vuelven a la vid apara ajustar cuentas con sus pasados. El film, un pequeño tributo a “Thelma & Louise”, quiere ser el retrato, lleno de claroscuros, de dos mujeres a las que la vida las dejó en medio del camino. Y que por eso sueñan con darle a su escapada otro destino.
Paolo Virzi, que nos había gustado en su anterior film, “Capital humano”, aquí no logra acertar el mejor tono de una película que cuando quiere ponerse seria se desbarranca.
El film apuesta al impacto dramático de un final que quiere ser reparador. Pero en el medio hay poca gracia y poco sustento. La historia de estas dos solitarias tiene más exageraciones que aciertos, aunque la presencia de la siempre vital Valeria Bruni Tedeschi es un punto a favor.
Lo que van encontrando en el camino tampoco suman. Ni la anécdota ni los personajes. Es una comedia amarga que roza el grotesco, hablada y gritona. Tras este paseo por el afuera y por sus recuerdos, Beatrice y Donatella volverán al instituto. Escaparse del sistema no es fácil, parece advertirnos Virzi.