Llega esta nueva película del director de La prima cosa bella y El capital humano estrenada en la sección Quincena de Realizadores del último Festival de Cannes.
Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi) es una condesa que supo tener tiempos de esplendor económico y social. Fabuladora y con rasgos esquizofrénicos, fue internada en Villa Biondi, una institución neuropsiquiátrica en la Toscana cuyo centenario edificio fue donado por su propia familia. Hasta allí llevan también a Donatella (Micaela Ramazzotti), una joven golpeada por un pasado durísimo (prostitución, drogas y hasta un intento de asesinar a su propio hijo). Entre ambas mujeres -de personalidades decididamente opuestas- irá surgiendo con el correr del relato una relación de amistad, comprensión, solidaridad y complementariedad. Con unos cuantos, inevitables chispazos en el medio, claro.
A ellas se les concede después de un arduo debate psiquiátrico una salida transitoria para trabajar en una feria de productos naturales, pero aprovecharán la ocasión para escaparse e iniciar una serie de desventuras (encuentros con hombres, pequeñas estafas, robos, escapes, visitas a familiares) que en el trayecto permitirán ir conociendo a fondo sus traumáticos pasados.
El director de La prima cosa bella y El capital humano apuesta a un tono tragicómico, consigue algunas escenas logradas (otras resultan demasiado caricaturescas) y se apoya sobre todo en la intensidad desbordante de Bruni Tedeschi como una mentirosa compulsiva y a la contención desgarradora de Ramazzotti como una muchacha que carga con un peso insoportable de dolor y culpa.
Cuando la historia apuesta a los matices y contradicciones (no sólo de las dos protagonistas sino también de los personajes secundarios que deben lidiar con ella), Loca alegría gana en audacia e inteligencia. Cuando, en cambio, se queda en una exaltación bastante obvia de la rebeldía y búsqueda de libertad de sus heroínas resulta un poco torpe y previsible.
De todas formas, por el duelo actoral, la potencia de varios pasajes y la belleza de las imágenes de una Toscana que esta vez se utiliza con fines dramáticos y no como fondo de tarjeta postal, el balance de Loca alegría termina dando positivo. El cine italiano, por suerte, sigue llegando con asiduidad a las pantallas argentinas.