El nuevo film de Virzi es una comedia inestable, a veces convencional y conservadora, en ocasiones amorosa y alocada
La inestabilidad mental no es un tema entre otros. No es fácil hacer películas en manicomios, menos todavía eludir ese brutal lugar común por el cual la locura parece ser una vía conveniente para señalar las mentiras compartidas en sociedad. Hacer del loco un desinhibido heraldo de verdades incómodas suele ser la trampa más frecuente en el cine. Los que están encerrados por algún desorden psíquico sufren. En Loca alegría, Paolo Virzi es honesto sobre ese contexto: en un psiquiátrico se padece.
Pero Loca alegría, si bien no es un drama y nunca elude ese tono del espíritu, es también una peculiar comedia. Las dos protagonistas se escaparán del psiquiátrico en el que residen y sus andanzas serán descabelladas, en parte porque el personaje que interpreta Valeria Bruni Tedeschi es una mitómana de una gran inventiva, capaz de hacerse pasar por psicóloga y aristócrata sin titubeos e improvisar ante la adversidad. Esta propensión a la mentira viene acompañada de una energía desbordante, lo que neutraliza la tristeza del personaje de Micaella Ramazzotti. La depresión define su espíritu, y la causa de la misma se irá develando lentamente desde su primera aparición, cuando apenas se la ve en un puente frente al mar a través de las ventanillas de un tren que pasa a gran velocidad.
Si en cierto momento se explicita el reconocimiento a Thelma & Louise, tal autoconsciencia puede ser sincera pero resulta un poco excesiva, pues la película vacila entre entregarse al delirio o la sensiblería. El desenfreno tiene aquí un límite, y la mirada sobre las instituciones médicas es también demasiado condescendiente.
Lo que es indudable es que el filme depende enteramente de las virtudes interpretativas de Bruni Tedeschi y Ramazzotti, dos actrices que responden muy bien a una propuesta que invoca los sufrimientos del alma e intenta mitigarlos con situaciones cómicas e inesperadas. A veces en el desborde de las dos mujeres se intuye un mundo circundante que ha perdido sus goznes y está infectado por una trivialidad galopante. Al respecto, la escena en la que el personaje de Bruni Tedeschi visita a su exmarido es clave. El retrato que se divisa de Il Cavaliere poco tiene de azaroso.
Película extraña la de Virzi: su cine luce apolillado, pero estrena en la Quincena de los Realizadores en Cannes; su noción de puesta en escena es bastante perimida (ya que nada hay aquí de clasicismo o de comedia clásica italiana), pero sus personajes están vivos y son muy queribles. En esa paradoja existe Loca alegría.