Un guion y actuaciones excepcionales al servicio de una historia que elige sabiamente no idealizar la locura.
La sanidad mental ha sido tema de muchas películas, y aunque tiene un potencial de comedia garantizado, se debe velar por cierto nivel de verosímil para evitar ciertos idealismos que no tienen nada que ver con la realidad. Con esto en mente, Loca Alegría es un díptico dramático-cómico que triunfa ampliamente en ambos frentes.
Balada para dos locas:
PrintBeatrice, una mujer de la alta sociedad, es una de las muchas pacientes en una residencia psiquiátrica. Ella tiene delirios de grandeza y le gusta creer que está vinculada con gente del jet-set. Un día, llega a la residencia Donatella, una joven con un oscuro pasado. A la larga, terminan trabando amistad, y durante un viaje supervisado por la residencia, aprovechan para escaparse e ir en busca del hijo que le ha sido quitado a Donatella, mientras Beatrice busca hacer lo propio con su amante.
Loca Alegría es un guion sólido por donde se lo mire. Una estructura narrativamente perfecta, personajes tan desarrollados como multidimensionales y un ritmo orgánico de admirable fluidez. A medida que progresa la trama, conocemos más y más del pasado de las protagonistas, pero no es información que se mete con calzador, sino una información cuya aparición es justificada e inherente a la acción que transcurre en el presente. Cuando termina la película te queda la sensación de haber conocido a fondo a estos dos personajes, y de haber experimentado el viaje con ellas, a pesar de que te preocupe lo delirantes que están.
Si hay algo que tengo que destacar de Loca Alegría es que se trata de una película que no idealiza la locura. Durante los títulos finales, antes de que aparezca el nombre de un solo actor o técnico, sale una larga lista de los miles de asesores médicos, psicológicos y psiquiátricos que ayudaron en la película. Esa asesoría se nota desde la primera hasta la última escena. Es una historia que tiene esos momentos de locura que te sacan una risa, pero también tiene esos momentos fuertes que te preocupan por lo mal que se encuentran estas dos mujeres.
Por el costado actoral, Valeria Bruni Tedeschi y Micaela Ramazzotti entregan dos interpretaciones de puro lujo; brillan tanto juntas como separadas. Entre las dos existe una química innegable con la que el espectador se hace cómplice de inmediato. El nivel de expresividad que tienen en sus rostros, las cosas que pueden decir con tan solo una mirada o un gesto y la enorme naturalidad que le saben insuflar a sus personajes dota a la historia de una intensa humanidad. El guion es solo una intención y si llega a tan buen puerto es gracias a estas dos poderosas labores interpretativas.
El apartado técnico es uno que elige no interponerse en la labor interpretativa. Las puestas de cámara son tan meditadas como el montaje utilizado. El director Paolo Virzi no dejó nada al azar, ni siquiera en la banda de sonido, que cobra una importancia emocional enorme para las protagonistas en determinadas escenas.
Conclusión:
A fuerza de un guion y una labor interpretativa sobresaliente, Loca Alegría es un caldero de emociones. Un coctel de risas y llantos que tiene los pies en la tierra pero no se corta las alas. Narrativa de primerísimo nivel. Altamente recomendable.