“Locamente millonarios” fue un éxito de taquilla totalmente inesperado en EEUU. Nadie suponía que en esta era de superhéroes y otros tanques por el estilo una simple comedia romántica iba a recaudar millones. Pero está claro que el exotismo vende, y las películas sobre bodas (recordar “Mi gran casamiento griego”) todavía funcionan para el público masivo. Acá la trama es muy simple: Rachel es una neoyorquina de origen chino que está de novia con Nick, un muchacho aparentemente común que nació en Singapur. Nick la invita a la boda de su mejor amigo en su tierra natal, en la lejana Asia, y allí ella se entera que Nick es heredero de la familia más rica y poderosa de Singapur, a su vez el país más próspero del mundo. Traducción: riqueza a mares, lujos y todo tipo de excentricidades. Para colmo, Rachel es una brillante profesora de Economía, pero es de origen humilde, y la familia de él la rechaza. A partir de ahí, “Locamente millonarios” es un extenso muestrario de todos los estereotipos y los lugares comunes de las comedias románticas. Al principio seduce con su cuento de hadas, pero rápidamente comienza a aburrir con escenas previsibles. Una perlita aparte es la banda de sonido con clásicos melosos del pop cantados en chino, que a veces emociona y otras veces dispara una risa incómoda.