Basada en el best seller de Kevin Kwan, Locamente millonarios es poco más que un divertido despliegue de escenarios fastuosos y colores brillantes. A pesar de contar con una pareja protagónica encantadora y carismática, formada por Constance Wu y Henry Golding, la historia de amor queda en segundo plano detrás de un humor de trazo grueso y, sobre todo, de la insistente demostración visual de lo que significa ser "locamente millonarios".
La trama es casi de telenovela: una joven profesora de economía de la Universidad de Nueva York viaja con su novio a un casamiento en Singapur, en donde él le presentará a su familia. Al llegar, ella se entera de que el muchacho, que vive una vida sencilla en los Estados Unidos, es el heredero de una enorme fortuna. En cada escena en la que aparece Michelle Yeoh, la película se convierte en lo que podría haber sido. Los conflictos familiares y el peso de las tradiciones están planteados a través de las interacciones de la pareja protagónica con la madre y también con la abuela, llevando al film hacia temas que generan mayor empatía e interés.
El resto es en gran parte un videoclip dedicado al lujo, concepto que la película dirigida por Jon M. Chu no termina de decidirse si es ridículo o maravilloso. En todo caso, el énfasis está puesto ahí y no en los varios personajes que se presentan con trazos de caricatura y no tienen suficiente espacio para ser desarrollados.