Locamente millonarios (título local para Crazy Rich Asians) fue un descomunal e inesperado éxito en Estados Unidos y seguramente por eso se estrena también en Argentina. Las películas con casamientos pueden funcionar en taquilla, más aun si están mal actuadas, tienen trazos gruesos y no se saltean ni uno solo de los lugares comunes. Y claro, Crazy Rich Asians es una acumulación prolija y mecánica de todo eso. No es del todo una comedia, es más bien una comedia romántica con tanta sensiblería como pueda entrar en las eternas dos horas que dura.
Rachel es invitada por su novio, Nick, a la boda del mejor amigo de éste en Singapur. Ella visitará Asia por primera vez, nerviosa por conoce a la familia de Nick. Pero pronto descubrirá lo que el espectador ya sabe: La familia de Nick es una de las más poderosas y ricas familias del continente y Nick es un soltero deseado por todas. La madre de él, desaprueba la boda.
La búsqueda de exageración de estereotipos, orientales y occidentales, es una de las herramientas de la que se sirve esta película que buscar aprovechar paisajes, desplegar todo el lujo que pueda y hacernos pasar varios momentos de vergüenza ajena con su cursilería a prueba de balas. Una banda de sonido con clásico occidentales cantados en chino, varias escenas coloridas y dos o tres momentos simpáticos no alcanza ni por asomo para hacer de esta película menor un film digno de ser visto. Su éxito, posiblemente una extensión del Best-seller en el que se basa, es un misterio para el cine actual. Entre tanta película mediocre, no hay motivo particularmente relevante para destejar este.