La guerra de un solo hombre
Loco corazón es una pequeña película amplificada por una inmensa actuación de Jeff Bridges (muy bien acompañado por la irresistible Maggie Gyllenhaal). La historia es más bien elemental -con situaciones que bien podrían aparecer en cualquier culebrón vespertino- y bastante previsible, pero ver a estos dos grandes intérpretes (que nunca han sido reconocidos en la justa dimensión que su talento desde hace tiempo merece) destilando tanta intensidad, emoción, dolor y verdad en cada una de las tomas es un placer que compensa con creces las obviedades de la trama.
El actor de Los fabulosos Baker Boys, Pescador de ilusiones y El gran Lebowski es Bad Blake, un cantautor de country que tuvo un pasado con gloria y varios hits, pero que -a los 57 años- ha caido en desgracia: luego de varios casamientos, un hijo al que no conoce y un alcoholismo que ameneza con destruirlo, subsiste (apenas) con interminables giras por salones de bowling y bares de mala muerte en pequeños y perdidos pueblos de la norteamérica profunda.
En plena decadencia física, artística y moral, conoce ;a Jean (Maggie Gyllenhaal), una periodista de Nueva Mexico y madre de un niño que se encariña con él e intenta ayudarlo. El cuarteto de protagonistas se complea con Tommy Sweet (Colin Farrell), una estrella del country que reconoce a Bad como su maestro y mentor; y Wayne (el gran Robert Duvall), un viejo amigo del protagonista.
La estructura del guión (decadencia, regreso, redención) remite a miles de otras películas -la más reciente que me viene a la memoria es El luchador, que sirvió para el regreso con gloria de Mickey Rourke- y no depara demasiadas sorpresas. Pero es entonces cuando aparecen la nobleza de Bridges, la cuidada ambientación y el bello soundtrack supervisado por T-Bone Burnett para borrar cualquier cuestionamiento.
Queda claro, entonces que Bridges merece el Oscar y todos los elogios. La película (una hermana menor de El precio de la felicidad), sólo unos respetuosos aplausos.