Corazón con agujeritos
La historia que se despliega en "Crazy Heart" no es para nada original, ya lo sabemos desde el inicio. Todo por el contrario, hay un hilo argumental que parece haber sido desarrollado en el cine en reiteradas ocasiones y ya lo hemos visto contado de una u otra manera.
En este caso se trata de la historia de Bad Blake, un cantante country veterano y alcohólico, que comienza a ver una oportunidad de emerger nuevamente en un mercado difícil conjuntamente con cambios en su vida afectiva donde aparecen también nuevas oportunidades y un nuevo amor.
Transita básicamente con algunos lugares comunes en tomas como: la adicción al alcohol, la rehabilitación, las oportunidades de redefinir la vida de cada uno, la dificultad en volver a posicionarse en una carrera que ha abandonado y el complejo regreso a retomar el vínculo con historias afectivas anteriores -de las que incluso tiene un hijo que abandonó a los 4 años con el que intenta volver a conectarse.
Es por eso que a uno le queda la sensación de ver como una reedición de la película que el año pasado rescató a Mickey Rourke de sus cenizas, el aburrido tropiezo de "El luchador - The wrestler" de un cineasta interesante como Darren Aronofsky.
Sin embargo, "Crazy Heart" gana ampliamente en la comparación, porque si bien el argumento no tiene ni sorpresas ni diálogos brillantes ni situaciones nuevas, si tiene en su haber dos excelentes actuaciones.
Por un lado Jeff Bridges le imprime al personaje principal todos los condimentos para que sea creíble en todo momento, con todos sus altibajos y sus contradicciones, un papel que efectivamente ha sido escrito a su medida y ha rendido sus frutos cosechando un Oscar -que supongo premia también en general a su carrera-.
A este corazón solitario, se le cruza en su camino una periodista llamada Jean (interpretada magnéticamente por Maggie Gyllenhaal) y ambos comenzarán a darse una oportunidad para volver a apostar el amor y sobre todo será importante el vínculo entre Bad Blake y el hijo de Jean.
Aderezada con un puñado de canciones de música country, incluida la ganadora del reciente Oscar "The Weary Kind", lo que más soprende es la sencillez conque esta historia de amor de corazones lastimados se va desarrollando y que logra ganar en credibilidad gracias a la actuación de Bridges, pero sobre todo por el brillante trabajo de Gyllenhaal en un papel con muchos más matices y en el que no es fácil sobresalir dado que el centro de la película es justamente el papel protagónico masculino.
Pero apenas aparece en pantalla, Maggie Gyllenhaal contagia una paz arrolladora, penetra los diálogos con una mirada profunda y una sonrisa que enamora al instante al veterano Jeff e hipnotiza en cada una de las apariciones. Los acompaña Robert Duvall en un pequeño papel y Colin Farrell como el cantante country que ahora es una gran estrella y que fuera "discípulo" oportunamente del mítico Bad Blake.
Scott Cooper en su opera prima logra construir una película con un sesgo típicamente independiente y de historia de bajo presupuesto, sin demasiados elementos sobresalientes, pero si con muchas sutilezas sumadas a una pareja protagónica que brinda dos actuaciones profundas y creíbles, logrando una atracción particular entre ellos y con el espectador.