Expandiendo el corazón
No cabe la menor duda de que estamos ante la mejor comedia romántica del presente año y sin mayores sobresaltos podríamos extendernos hasta el último lustro: hablamos de un género que en el contexto cinematográfico contemporáneo, sea industrial o independiente, está prácticamente muerto en función de un interminable proceso de infantilización que ha demolido cualquier atisbo de un planteo perspicaz y/ o valioso detrás de esa triste catarata de sandeces huecas y latiguillos de manual con la que nos bombardean desde la pantalla (resulta pertinente recordar los casos de las propuestas hardcore y las sátiras de films populares, las otras dos vertientes que están sumergidas en los mares de la mediocridad).
¿Pero exactamente qué caminos elige recorrer Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love, 2011)? Por suerte no es una invitación retro de pulso anacrónico ni un exploitation de las películas de los hermanos Bobby y Peter Farrelly ni esa prototípica sonsera del onanismo intelectual, claramente las tres variedades más difundidas hoy en día. El convite en cuestión es un verdadero ejemplo, hasta cierto punto un modelo, de cómo deberían trabajarse en nuestra época los pivotes de siempre vinculados a las desventuras agridulces del corazón: unificando el realismo seco y la autoconciencia de tono irónico característica de estos tiempos, la obra desarrolla a través de una estructura coral todas las disposiciones del amor.
De hecho, la trama es mucho más sencilla de lo que puede llegar a parecer: Cal Weaver (Steve Carell) está divorciándose de su esposa Emily (Julianne Moore) a raíz de que la rutina los sobrepasó y por el pequeño detalle de que ella le fue infiel con David Lindhagen (Kevin Bacon), un personaje con un apellido memorable por razones que no revelaremos. Pronto el señor decide recibir la ayuda del donjuán treintañero Jacob (Ryan Gosling) con vistas a recuperar el ímpetu empezando con Kate (Marisa Tomei), aunque las experiencias no le hacen olvidar a su ex. Jacob, por su parte, también entra en crisis cuando se apega sin desearlo a Hannah (Emma Stone), una bella joven que en un primer momento lo rechaza.
Como si fuera poco, hay que sumar la historia de Robbie (Jonah Bobo), el hijo de 13 años de Cal, quien está perdidamente enamorado de Jessica (Analeigh Tipton), su niñera de 17 años, que a su vez está obsesionada con el pobre de Cal. El mérito insoslayable del guión de Dan Fogelman reside en la naturalidad con la que construye un andamiaje narrativo muy lúcido en el que esta maravillosa miscelánea de protagonistas debe testear, corregir y eventualmente expandir su visión personal del amor de una forma adulta, sin escapismos ni tonterías imberbes. Al aunar el porfiar cotidiano con las clásicas “coincidencias” a la Hollywood, el film enriquece al género agregándole una bienvenida densidad conceptual.
Una vez más los máximos responsables de tantos éxitos son Glenn Ficarra y John Requa, dos especialistas en las comedias de propensión anarquista, pensemos en las excelentes Una Pareja Despareja (I Love You Phillip Morris, 2009) y Un Santa No Tan Santo (Bad Santa, 2003): en su segundo opus como realizadores, aquí acotan la mordacidad, se juegan por un relato más dramático y dejan de manifiesto su talento para la dirección de actores. A partir de un elenco impecable y una hilaridad en ocasiones sórdida, esta anomalía absoluta ofrece una exploración brillante sobre un sentimiento eterno y permite reencontrarnos con elementos que muchos dábamos por desaparecidos, léase “encanto, química e inteligencia”.