Zach Dinamita
Locos dementes (Masterminds, 2016) está dirigida por Jared Hess, escritor y director de películas tales como Napoléon Dinamita (Napoleon Dynamite, 2004) y Nacho Libre (2006). Teniéndolas de referencia podría describirse su sentido del humor como meticulosamente estúpido: la estupidez de cada uno de sus personajes es iterada y reiterada de todas las formas y ángulos posibles a la espera de comedia.
La estupidez meticulosa está presente en las películas de Adam Sandler, en las que todos son estúpidos salvo Adam Sandler, y en las de Michael Bay, que es incapaz de imaginar antagonistas que no estén motivados por la estupidez. Lo que tiene Hess es que al menos suele edulcorar sus historias con personajes capaces de inspirar algo de ternura (o lástima) en el espectador, porque tienen una visión incurablemente ilusa de la vida y las personas.
Ninguna otra frase podría describir mejor a Zach Galifianakis, que ha hecho carrera interpretando hombres infantiles con un ridículo sentido del orgullo. En Locos dementes es David Ghantt, quien roba 17 millones de dólares de su trabajo (una empresa de transporte de dinero) a petición de Kelly (Kristen Wiig), la mujer que ama, sin saber que ella está confabulada con su ex novio Steve (Owen Wilson). El plan es mandar a David a México con poco y nada del botín, hacerlo creer que su amada se va a reunir con él, convertirlo en el chivo expiatorio del robo y eventualmente largarle un asesino (Jason Sudeikis).
Más allá de todas estas maquinaciones la trama es relativamente descontracturada, como es usual de las películas de Hess, y está llena de escenas que no agregan nada o contrarrestan el ritmo de la historia. En cuanto al humor, es bastante fortuito: muy casualmente se muestran cosas que por sí solas pueden ser graciosas, pero no hay esfuerzo por contextualizarlas o explotar su gracia. A veces pega, a veces no.
Por ejemplo, la película presenta cualquier cantidad de montajes “cómicos”. Es gracioso ver el fotomontaje de David y su prometida (Kate McKinnon) porque cada foto nos enseña algo nuevo sobre su zonza relación; menos graciosos son los montajes en los que David vacaciona en México o Steve gasta millones en posesiones extravagantes, porque no hay nada que resumir: la primera imagen nos cuenta lo mismo que la última.
Hay docenas de chistes para disecar y explicar por qué no son graciosos pero mucho no importa; la única consigna del film es captar cuan estúpidos o insensatos pueden ser los personajes. De entre todos se destacan McKinnon y Jon Daly (que debe tener dos o tres primeros planos en toda la película y los aprovecha al máximo) y Jason Sudeikis, cuyo personaje termina siendo el más extraño y complejo si bien no el más gracioso. Locos dementes es una comedia de prueba y error en la que hay más errores que aciertos.