Es una película basada en el robo de 1997 a Loomis Fargo, una de las empresas de traslado de caudales ubicada en Carolina del Norte. Hasta aquí, todo lo que podía suponerse como los hechos reales acontecidos.
El relato se centrara en seguir de cerca, demasiado de cerca, a David Ghantt (Zach Galifianakis), un conductor de un camión blindado más imbécil que lo soportable, casado con Jandice (Kate McKinnon), la primera mujer que le dio cierta cabida. Historia que conocemos en una de las escenas más patéticas del filme, aunque también en paralelo nos muestran lo perdidamente enamorado que está de su compañera Kelly (Kristen Wiig), ¿quien no?
Ella, influenciada por su amigo Steve (Owen Wilson), será la que incentive al, si se me permite el calificativo, buenudo (del lunfardo) de David a cometer el delito.
Esta reunión de inútiles perdedores conformarán un equipo de criminales sin experiencia para robar 20 millones de dólares.
Pero todos y cada uno de los delincuentes dejarán a su paso un montón de señales. En medio de todas las complicaciones por el acto en sí mismo, surgen las disputas dentro del grupo.
Este es el gran problema, en ningún momento se instala algo del orden de la verosimilitud del relato, de los personajes, de las acciones que cometen, su perfil de construcción sólo puesto en función humorística, pero la estupidez, es sólo eso, nunca será gracioso, por lo menos para quien suscribe estas líneas.
Lo único rescatable es una selección de buenos actores y comediantes desperdiciados, de la que solo se salva Jason Sudekis como Mike, el asesino contratado. Todo se va transformando en una maraña de ideas mal constituidas, por lo que se deduce que la inclusión de esta selección sólo está puesta para que el filme funcione económicamente.
Dirigida por Jared Hess, un realizador sin logros demasiados importantes, propone desde su estructura y montaje un clasicismo formal a ultranza, todo está en función de producir alguna risa que no logra. No hay nada en los mal llamados rubros técnicos que se pueda destacar, no hay búsquedas estéticas, ni intentos de desestructurar un poco, aunque más no sea el texto, ni desde la banda de sonido, que podría haberse aprovechado para crear cierto clima a partir del único rubro destacable que es la dirección de arte en tanto recreación de época.
Por lo que todo termina por ser demasiado previsible y aburrido. Ni siquiera el quiebre del relato final sorprende, y no lo hace porque no es creíble.