TONTOS Y MAS TONTOS
Si algo debe quedar claro en el ámbito de las adaptaciones de historias basadas en hechos reales es que por fieles que pretendan ser nunca debieran ser tomadas con seriedad. Sin ir más lejos, el otro día veía cómo en la reciente Anthropoid un ejército de alemanes entraba en una iglesia de a un soldado por vez a enfrentarse con enemigos atrincherados, como si intentaran cabecear las balas y yendo hacia una muerte segura a pesar de tener todas las chances de ganar casi sin bajas. La historia decía otra cosa pero era mucho menos atractivo visualmente ceñirse a la narración con fidelidad. En el caso de Locos de mentes, comedia que cuenta uno de los robos más cuantiosos en la historia estadounidense, se eligió pararse en el absurdo, elegir a algunos de los comediantes más representativos del género en la actualidad y colocarlos en el plató para que simplemente hagan lo suyo, lo que los hizo conocidos, famosos o muy queridos como para rendir en taquilla. Zach Galifianakis es uno de esos actores de rebote inmediato, lo amás o lo odiás pero no te es indiferente a pesar de que hace siempre del freak con un sentido de la realidad muy trastornado y explotando ese universo con todas sus variantes. Podría decirse que ésta debiera ser su película definitiva, la que también, si así lo quisiera, pudiera marcar el punto de inflexión a su carrera y comenzara a experimentar la composición de otros personajes propios de un actor que no quiera ser encasillado. ¿Por qué no? Kristen Wiig por su parte también se divierte con las variantes del suyo, haciéndolo fresco y desenfadado y así podríamos seguir con el resto del elenco que no se ve exigido y pasa por cada escena como jugando a ser un tonto más tonto que sus compañeros en la misma. Como una gran competencia de fuga de cerebros del cuerpo que los aloja.
Porque de eso se trata esta comedia, de un robo perpetrado materialmente por un bobo de cabotaje y planificado por otro que pretende quedarse en las sombras impune pero es traicionado por su propia estupidez y la de los que lo rodean. ¿Funciona la idea? ¿Es válido tomar un suceso delictivo real y transformarlo en una comedia absurda? En principio sí para los seguidores de este elenco de amigos jugando a hacerse los tontos. También para los que disfruten del humor físico o de los chistes de composición más básica. Es verdad que funcionaría mejor si existiese un contrapeso, un cable a tierra porque, seamos realistas, es raro que en al menos cincuenta metros a la redonda en cualquier grupo de personas no haya uno solo que muestre un poco de sensatez o de sentido común. Pues bien, en Locos de mentes ese personaje prácticamente no existe y si bien divierte al principio se hace un poco difícil de aceptar al avanzar el metraje. Si hasta los mismos agentes del orden actúan con total despropósito.
La historia narra el robo de una empresa transportadora de caudales por parte de uno de sus empleados, David Ghantt (Galifianakis), en una cifra que hizo historia: 17 millones de dólares que fueron sustraídos casi en un trámite por esta sola persona impulsado por una falsa promesa de amor de su ex compañera (Wiig). Exiliado por su consejo, el ladrón se marcha a Brasil para esperarla pero ella nunca llegaría aunque si toma su lugar un asesino a sueldo (Jason Sudekis) por mandato del autor intelectual del robo (Owen Wilson). Atrás quedó también la real prometida del ladrón (Kate McKinnon) en uno de sus personajes más bizarros (si fuese masculino probablemente lo hubiese encarnado Will Ferrell). Luego de cometido el atraco, el FBI comienza la investigación y la verdad va saliendo a la luz sólo a raíz de las estupideces cometidas por cada inepto delincuente participante en la cadena criminal. El final es lo de menos.
De todos modos no cuesta engancharse, recordemos que si llegamos a darle play es porque de alguna manera el elenco nos cae bien y vamos a disfrutar de lo que propongan. Quizás pudiera describirse cada suceso de la anécdota completa y parecer un total disparate. Es probable que el robo original y sus consecuencias hayan tenido ribetes absurdos, pero jamás podrían llegar a tal nivel de magnitud (nosotros tuvimos una reciente versión fílmica con Al final del túnel, del robo con boquete incluido a un banco de San Isidro pero en tono de thriller dramático). Esta comedia se toma todo tan en solfa que hasta se intuye que la estadía en prisión de los involucrados -si es que aún tratamos de suponer una conexión real de los personajes con las identidades que los inspiraron-, podría haber sido una verdadera fiesta de tortazos en la cara.
Locos de mentes podría haber sido mejor en muchos sentidos, dudo que su realizador finalmente lo haya pretendido.