Más que yunta de bueyes.
locos de mentesNo hay bóveda más fácil de robar que de la que se tiene la llave, hasta un hombre de pocas luces como David Ghantt lo sabe. Calcula también que por eso mismo se va a convertir en el primer sospechoso. Pero el deseo de aventura y de atraer la atención de su antigua compañera alcanza para que una banda de ladrones de poca monta lo manipulen, de forma que acepte dejar de ser el empleado estrella de la empresa transportista de caudales para fugarse con con un botín calculado en más de 17 millones de dólares (n.d.r: fue el tercer mayor robo de la historia de Estados Unidos). El plan consistía en fugarse a México dejando el dinero a cuidado del resto de la banda mientras se enfriaba el caso, pero al ingenuo Ghantt no se le ocurrió esperar que sus cómplices llamaran la atención de los investigadores con compras extravagantes, ni que planeen traicionarlo para quedarse con su parte, confiando en que Ghantt no podría identificarlos cuando sea apresado por el FBI.
El verdadero eje de Locos de Mentes no es el robo en sí, que se resuelve a poco de comenzada la película. Lo importante sucede durante la seguidilla de estupideces cometidas por los ineptos ladrones en las semanas siguientes, sorprendiendo hasta al dúo del FBI que investiga al caso.
A primera vista puede parecer extraño que el caso real de un multimillonario robo sea llevado al cine como una comedia, hasta que se investiga un poco y se descubre que algunos de los detalles más absurdos de la película no fueron inventados para el guión, sino que realmente en algún momento parecieron una buena idea a la banda de delincuentes. Estos improvisaron lo que en su momento la prensa llamó “The Hillbilly Heist”, burlándose del origen campechano de sus participantes y la escasa inteligencia con que se comportaron en los meses siguientes.
La historia avanza tan previsible y obvia como los gags, recurriendo principalmente a personajes y situaciones absurdas para alcanzar el humor sin demasiada profundidad. Esto resulta en que todo el peso del éxito recaiga en las interpretaciones de un reparto que alcanza a funcionar, pero que no se les puede pedir que destaquen mucho. En general todas las secuencias de Sudeikis y Galifianakis terminan siendo las más efectivas en su búsqueda del absurdo, algo que no sucede con Owen Wilson ni Kristen Wiig, dos que además de tener personajes chatos nunca convencen realmente de los papeles que les toca encarnar. Locos de Mentes tiene varios de esos momentos que pueden sacar risas si no vas esperando mucho, pero que no resiste mucho análisis posterior ni un deseo de volver a ver la película en el mediano plazo.
Conclusión:
El nombre de Zach Galifianakis ya es prácticamente un sinónimo de comedia estúpida y es conocida su efectividad en el género. Locos de Mentes no es la excepción, entregando un conjunto de personajes absurdos y situaciones ridículas que aunque son casi siempre obvias, algo entretienen.