Buena mezcla de humor zafado y naif
Una comedia a la medida de Zach Galifianakis y Kristen Wiig, dos popes del género.
Cuánto de la cultura pop y de la TV influyen en el cine y viceversa es un tópico de nunca acabar. Y en el género de la comedia el asunto pasa más por el contenido que por las formas. Cercano a Judd Apatow, que supo y sabe poner un pie en cada formato, Locos dementes mezcla el humor zafado con el más naif.
Y lo mejor de todo es que se basa en un hecho delictivo que ocurrió en la realidad, en los años ’90. Justo, justo la década en la que la comedia del nuevo cine americano hacía su explosión.
Los protagonistas de Locos dementes son tres actores que en su trayectoria resumen distintos aspectos de la comedia. Zach Galifianakis (la saga ¿Qué pasó ayer?) y Kristen Wiig (Damas en guerra y de gran paso por Saturday Night Live en TV) interpretan a dos ingenuos que participan de un robo de un botín de 20 millones de dólares, comandado por el personaje que encarna Owen Wilson (que va de Los rompebodas a Zoolander, pasando por el cine de Wes Anderson). David está enamorado de Kelly, con quien trabajaba legalmente hasta que ella renunció, y Steve se vale de ello.
Está clarísimo que cuando David deba huir a México para que no lo conecten con el resto de la banda, y las pistas que ha dejado no sólo lo ponen en la mira de la policía, Steve querrá sacárselo de encima. Es un estorbo, y la plata la tiene él.
Hasta ahí la ingenuidad. Porque el filme de Jared Hess (Nacho libre, con Jack Black, es su mejor carta de presentación) nunca perderá el humor, y se lanzará hacia lo más desfachatado. Y eso que se basa, ya dijimos, en un hecho criminal real y documentado.
Galifianakis tiene el don de la comedia en su ADN, algo que comparte con Wiig -que muchas a veces ha sido desaprovechada desde guiones insulsos como la Cazafantasmas estrenada este año-. Y cuando parece que improvisan es el momento en el que mayores risas arrancan. Wilson hace de malvado, pero no caricaturiza a su criatura.
En síntesis, Locos dementes, que tiene una estructura bastante lineal en su trama y su estructura -presentación de personajes, desarrollo, conflicto y resolución, algo que muchas comedias parecen obviar-, entretiene con buenos gags y no aburre ni un instante, como para poder obviar, por una vez, del balde de pochoclo.