Mucho ruido y pocas nueces
Locos por las Nueces 2 (The Nut Job 2, 2017) es una digna secuela de su antecesora, pero no por méritos narrativos ni características positivas, sino por retomar con la línea argumental donde finalizaba la primera y sobre todo por ser igual de floja y carente de originalidad.
En la primera entrega, Surly y sus amigos terminaban uniendo fuerzas para combatir a un enemigo dentro de los suyos. La película dejaba el final abierto con una tienda abandonada de nueces. En esta segunda parte, el enemigo se divide en dos. Por un lado, sus propias falencias encarnadas en la glotonería, la falta de trabajo, ya que con la tienda a su merced los animales han dejado su instinto de lado (salvo el personaje de Andy, que aquí es todavía más aburrido) y se dedican a comer todo lo que puedan, atiborrarse de comida, malgastar las reservas; una especie de livin la vida loca con la nuez como reina absoluta. Por supuesto, el paraíso no dura mucho y la fábrica explota en mil pedazos, debido a la flojera y torpeza de uno de los animales peludos. Allí es donde se da paso al otro enemigo: el corrupto y ambicioso alcalde de Oakton City y su insufrible y perversa hija. El desagradable hombre apuntará su codicia hacia el parque donde ahora vive esta diversa pandilla, y su intención será construir un parque de diversiones, fraudulento y con los peores materiales posibles, para poder seguir sumando ganancias a su acaudalada fortuna.
La torpeza del guión se refleja en una historia que, incluso en el mundo de la animación, resulta demasiado inverosimil, ingenua y casi irrisoria. Los personajes principales no generan ningún tipo de empatía; de hecho, en los secundarios reside el mayor interés y son los que salvan levemente la propuesta narrativa, lo cual ya indica un problema claro que incrementa con las pocas risas que provoca, tanto en chicos como en grandes. Con una moraleja forzada, ni siquiera una banda de ratones chinos, enojados pero adorables, logran hacer de esta propuesta algo disfrutable para toda la familia.