Estiramientos
Locos por las nueces es de esos artefactos que nos llevan a preguntarnos: ¿por qué el talentoso de Will Arnett tiene que hacer esto para sobrevivir?; ¿por qué Liam Neeson sólo puede interpretar republicanos con relatividad moral?; ¿cuál es la enfermedad degenerativa del cerebro que acosa a Brendan Fraser?; y ¿por qué es imposible empatizar con algún personaje interpretado por Katherine Heigl?
Pero Locos por las nueces también sirve para ilustrar las dos facetas del director Peter Lepeniotis, alguien que filma con absoluta naturalidad una persecución a toda velocidad que incluye policías y ladrones a los tiros y un montón de animales de parque norteamericano, y que a su vez tiene enormes problemas para unir dos líneas de diálogos decentes, y construye unos personajes un tanto reaccionarios, o de moral reprobable, o innecesariamente malos.
Surly Squirrel (2005), el corto en el que está basada Locos por las nueces, es un cuentito de pura acción filmado con criterio, que entiende sus limitaciones técnicas y que hace avanzar la trama al ritmo del movimiento físico de los personajes. No es una obra maestra pero funciona muy bien. Al momento de estirarlo, Lepeniotis invierte la dirección de los protagonistas, convierte a Surly de villano simpático e irredimible en villano que se redime y se convierte en héroe, y a su antagonista Raccoon, que era un tipo despreocupado pero con sentido de bien común, en un maquiavélico déspota claramente interpretado por Neeson. También agrega un montón de personajes cómicos, todos sin timing y que no trascienden el lugar común, como un topo con problemas de vista y el tipo lindo y musculoso que también es cobarde y medio tonto.
Hay quien podrá decir que este es un producto para chicos que no necesariamente se detienen a reflexionar acerca de las implicaciones políticas de las acciones de Raccoon. Rápidamente podemos responderle que Ratatouille (ya que estamos con roedores) también es un producto pensado para el mercado infantil y al mismo tiempo es una de las mejores películas de los últimos 30 años. Pero seamos buenos y comparemos a Locos por las nueces con, por ejemplo, Metegol: ahí sí sale ganando, porque por lo menos resuelve bien la continuidad espacio-temporal. Sí, todavía no me olvido de lo mala que es Metegol.
Tanto se nota el estiramiento al que ha sido expuesta esta historia que, por momentos, no puede evitar caer en el aburrimiento, o mejor dicho, en la rutina que no es compensada luego con las secuencias de acción, que son buenas pero no espectaculares. Además, no se termina nunca de cerrar la moraleja que tanto se esfuerza en construir Lepeniotis. Igual, yo aprendí gracias a Raccoon que no hace falta ninguna razón para querer someter a una población a través de la hambruna y también aprendí gracias a Surly que hay que ayudar a los más débiles, siempre que nos esté viendo la chica que nos queremos levantar.