¿En la política todo vale?
Sátira política sobre dos personas que se debaten a duelo por obtener un puesto en el congreso. Un película hecha con excesos y situaciones disparatadas las cuales por si solas, en espacios compactos, funcionan aceptablemente pero cuando se alinean en un hilo argumental pierden mucha fuerza. De esta manera, el espectador se termina perdiendo en un mar lleno de chistes (algunos graciosos y otros no tanto) que a pesar de aparentar ser una irreverente crítica al sistema político estadounidense, termina siendo una simple cadena de hechos cómicos.
Will Ferrell y Zach Galifianakis logran dar muy buenas actuaciones. Mientras Ferrell interpreta a un desaforado congresista quien no solo conoce el juego a la perfección sino que además hará lo que sea para ganar, Galifianakis compone a un hombre "raro", reprimido y que en busca del respeto de su familia intentará ser el nuevo congresista. Realmente ninguno actúa mal, pero los personajes parecen haber sido diseñados exclusivamente para ellos y donde no hay riesgos tampoco hay sorpresas. Quien si realiza un trabajo fascinante es Dylan McDermot como el jefe de campaña de Galifianakis. Alguien carente escrupulosos o límites, pero cuyo exceso de confianza y fuerte presencia lo convierten en un personaje sumamente atractivo.
El principal inconveniente de "Locos por los votos" es la falta de una clara y definida identidad cómica. Es decir, estamos ante una película donde el absurdo es llevado al máximo, como pretender que dos empresarios lleven talleres chinos a Estados Unidos, o va ser una comedia de tono más cínico cuya gracia provenga de presentar de forma sarcástica toda la campaña electoral y como los votantes reaccionan ante los dichos de los postulantes; tal cual es el caso de Will Ferrell repitiendo su discurso una y otra vez diciéndole a personas totalmente diferentes que son la columna vertebral del país. Sin embargo, a pesar de este detalle la película podría haber funcionado, pero el problema radica en la volatilidad que se pasa de un extremo a otro. Por un lado, tenemos un puñetazo a un bebe (del cual nadie podría haber seguido como político) y en el otro hay una emotiva sobre un viejo tobogán oxidado que hería gravemente a los chicos.
Lo interesante para resaltar de esta película es como de alguna manera se infiere que el mal puede provenir de cualquier candidato, sin importar su origen, personalidad o partido político. Aunque esta "advertencia" es relevante e ingeniosa, la historia carece de una ideología significante como para tomarla en serio. Casi como todo la película, a pesar de tener un fuerte correlato sobre lo que la política y el deseo a ganar provoca en las persona, solo termina siendo una historia de dos hombres inmaduros peleándose de maneras graciosas.