Un voto de confianza
Will Ferrell vuelve a nuestras carteleras luego de más de cinco años de ausencia (debido a que las distribuidoras han enviado sus últimas películas directo a DVD) acompañado de Zach Galifianakis con Locos por los Votos, una sátira política que nos contará cómo dos candidatos de Carolina del Norte se disputan una plaza de congresista en los Estados Unidos. Ferrell es Cam Brady, el actual representante de ese distrito en Washington, y Galifianakis es Marty Huggins, un excéntrico ciudadano que es impulsado por unos millonarios a representar la principal oposición de Brady.
La talentosa dupla protagonista prometía, el elenco secundario integrado por Dan Aykroyd, John Lithgow, Jason Sudeikis y Brian Cox era sólido, la dirección de Jay Roach (realizador de las dos primeras Fockers y varias Austin Powers) parecía un aspecto solvente de la película y la historia representaba quizás una de las patas más fuertes de este film que lamentablemente no termina de aprovechar todo su potencial.
Vamos a comenzar por el dúo actoral. Everybody loves Zach Galifianakis, pero ya es hora que este buen comediante deje de lado al Alan que tantas alegrías le dio para bridar alguna caracterización que se diferencie de aquel gran papel que interpretó en ¿Qué Pasó Ayer? Este Marty Huggins no se distancia demasiado del querido Alan, como así tampoco del Ethan Tremblay de Todo un Parto, dejando como resultado un deja vu que va perdiendo gracia en cada película. Por otra parte tenemos al inmenso Will Ferrell un tanto encorsetado, que por momentos deja salir ese lado salvaje y experimental (que hasta ahora sólo pudieron domar y explotar al máximo Adam McKay y Ben Stiller) siendo allí cuando se registran los mejores momentos de la cinta. Ferrell, como explico más detalladamente en este texto hacía este genio, es uno de los más grandes comediantes que ha dado Hollywood en los últimos años y aquí no logra desarrollar ese dark side más complejo e inesperado porque el tono timorato y condescendiente que va tomando la cinta hacía el final de su proceso no lo deja ser. Más allá de esto, su sola presencia y sus exagerados gritos al viento pagan la entrada de la película sin problemas.
El problema principal de Locos por los Votos es que Jay Roach, de nuevo a pesar de tener mucho potencial que desarrollar, no consigue plasmar en el final ese aire de incorrección que presentaba la cinta en su promisoria hora inicial. Incluso se podría decir que sus últimos veinte minutos son decepcionantes por dar giros que se caracterizan más por su carácter reivindicatorio y temeroso, que por la desfachatez y transgresión que mostraba en un comienzo. Para no contarles solamente lo deficiente de la cinta, se puede destacar que la representación de la clase política, las campañas y todo lo que rodea a ese mugroso mundo se encuentra por momentos plasmado con gracia, agudeza, comicidad y hasta esa exageración característica de la Nueva Comedia Americana. Aunque en resumen es como si la cinta iniciara como los incorrectos aires que posee la Nueva Comedia Americana para lamentablemente sobre el final dar paso a los peores vicios que tiene la Comedia Clásica Americana.
Locos por los Votos no llega a desperdiciar del todo el genial tono paródico y satírico de su primera hora, aunque su último cuarto le hace bajar considerablemente su margen en el escrutinio final, consiguiendo llevarse la elección solamente por el voto de confianza que deposito en ese crack de la comedia llamado Will Ferrell.