Más de dos horas es tiempo suficiente para desarrollar el argumento de la nueva aventura de ex Wolverine, el mutante manos de cuchillo que encarna con gracia el antidivo Hugh Jackman y que ahora responde a Logan. El director James Mangold arma en ese tiempo una película contundente, sólida y sombría, más cerca del drama que de la comedia, más thriller de acción sangrienta que franquicia simipiática de superhéroes con el sello Marvel. Desde la secuencia introductoria, en la que Logan se saca de encima a una banda de tipos peligrosos, quedan claras dos cosas importantes: que es un aperitivo para un festín ultraviolento y que nuestro héroe, chofer de limusina, le ha pasado el tiempo. Lleva barba canosa, los ojos vidriosos y las ojeras indican mala salud, necesita anteojos para leer. Estamos en 2029, el mundo se ve bastante cochambroso y no aparecieron nuevos mutantes en el último cuarto de siglo. Aunque hay una excepción, una niña nacida en un laboratorio de experimentos humanos con sede en México DF. ¿Su poder? El mismo de Wolverine. Una enfermera le pide que la salve y aunque el depresivo Logan no quiere saber nada, la niña, Laura, conecta enseguida con el Dr Charles Xavier (Patrick Stewart), que tiene 90 y está en silla de ruedas. Juntos huyen de los malos, los señores del laboratorio del que la chica se ha escapado, con el talentoso Boyd Holbrook, de la serie Narcos al frente. Van hacia el norte, en busca de refugio donde se supone esperan los demás niños en huida avanzada.
En los momentos de remanso entre carnicerías, el trío recala en un hotel de Oklahoma donde chica y Xavier ven Shane en la tevé, una referencia que vuelve a aparecer hacia el final, señalando el paralelo entre el vaquero Alan Ladd y el cascoteado Logan, que también viene a arreglar las cosas para la vida de, en este caso, una nena.
El magnetismo del decadente Logan, el personaje, es notable, gracias a Jackman. Y la película sostiene desde el minuto uno un atractivo que no se desdibuja, apuntalado por generosos estallidos de violencia. Pero son imágenes poco amables: un hombre mayor que babea, caído de su silla rodante, un albino torturado con quemaduras en su piel, una niña ensangrentada, golpeada, saltando encima de hombretones y cortándoles la cabeza. Sobre el tono general, ya de por sí grave, dejan poco espacio para la épica y la magia de la saga comiquera, aunque no la apagan. Para algunos, Logan va a ganar cuando más Marvel se ve y la carga dramático violenta abrumará un poco. Para otros, la indiscutible potencia de sus imágenes y ese dramatismo jugado en los lazos que establecen sus personajes, la convierte en una obra de intensidad particular, que vuela por encima de sagas y franquicias. Una tensión que evidencia lo indiscutible: Logan encuentra un camino distinto, y valioso, para los films de superhéroes.