Un ocaso visceral
"Logan", el capítulo final de la saga de Wolverine, trata sobre la decadencia de los mutantes en el futuro, donde el protagonista deberá ayudar a una valiosa niña a escapar de un poderoso mercenario. El filme comprueba que una película de superhéroes también puede ser conmovedora.
El capítulo final de la saga de Wolverine es especial, porque se trata de uno de los personajes más queridos, no sólo de los comics, sino también de la pantalla grande. El director James Mangold, la producción y el mismo protagonista, Hugh Jackman, entendieron esto y, sin caer en la demagogia, ofrecen una de las mejores películas de superhéroes que se hayan estrenado.
“Logan” es un bicho raro y hermoso, por ser más una mezcla de western y drama más que una clásica aventura comiquera. Logan (Jackman) es un alcohólico conductor de limusinas en un futuro en el que los mutantes han desaparecido casi en su totalidad.
Además de la extinción, los poderes de los que aún se mantienen en pie ya casi se han desvanecido. Logan sobrevive una rutina miserable sólo para comprar un barco, que supone será su salvación y la del anciano senil que tiene a cargo suyo, Charles Xavier (Patrick Stewart), antes conocido como El profesor X.
Más allá de su intención de escape, una mujer contactará a Logan para que la ayude con Laura (Dafne Keen), una niña mutante que está muy relacionada a él. El viaje no será nada fácil, pues detrás de ellos estarán fuerzas armadas, a cargo del mercenario Pierce (Boyd Holbrook), que desea capturar a la pequeña, porque sabe lo valiosa que es.
El filme se va dividiendo en etapas, en las que la violencia cobra un sentido diferente cada vez, pero nunca es arbitraria: en el comienzo, se trata de supervivencia y muestra la falta de control sobre los actos de uno y otro personaje. Luego, será el drama y el dolor la consecuencia de las escenas de alta brutalidad y, sobre el epílogo, la necesidad de conquistar el destino que durante el hilo argumentativo se nos presentó como urgente.
Triste y despiadado, el largometraje ofrece una paleta de emociones que probablemente no se haya visto en algún otro personaje ni obra del género, que muchas veces parece sobreponer la necesidad de acaparar público antes que lo visceral.
Con suerte, el esquema y la propuesta de “Logan” sirva de referencia para más filmes de igual estética y género, demostrando que además de ser un tanque, también puede ser una película conmovedora.