Los héroes envejecen
Los héroes envejecen. En la larga saga de los X-Men, Logan tuvo un papel central y ahora le llega el momento de retirarse. Al menos esta fue la última vez que Hugh Jackman interpretó a Wolverine-Logan, y el recuerdo que deja de este personaje icónico de la franquicia se acerca mucho a la idea que exploraron otros directores en torno a la vulnerabilidad y la declinación de los poderes. Esa cierta fragilidad genera empatía e implica un costado realista que contrasta con la naturaleza fantástica de los personajes. Y también político, con referencias más o menos sutiles a la relación entre mexicanos y estadounidenses. Un combo que funciona gracias al director James Mangold que encontró el equilibrio entre el western y la acción, y que además ofrece guiños a Marvel.
Pero, en definitiva, “Logan” no deja de ser un buen entretenimiento, solo que, además y para esta despedida de Jackman, con reparos para ser vista por niños. La violencia que muestra el personaje es extrema y con una vida cotidiana de héroe en decadencia y con problemas con el alcohol y la vista. En ese punto muerto arranca el filme, con Logan viviendo en una limusina que usa como medio de vida, con achaques, su cuerpo con dificultades para autocurarse y una personalidad intolerante, y haciéndose cargo de Charles, la mente más poderosa del mundo (un buen trabajo de Patrick Stewart), escondido en un viejo tanque de agua en el desierto mexicano, con una enfermedad degenerativa y a quien hay que sedar todos los días. Habituado a ese estado de cosas, todo cambia cuando aparece una mujer que le pide que salve a una niña, Laura, que obviamente no es una nena común, y que probablemente, en la saga encuentre una de sus herederas.