Julie Delpy no solo es una buena actriz, sino que ha demostrado ser una buena directora, especialmente en el rubro comedia. Su doble naturaleza laboral -el cine europeo, el cine de Hollywood- le permite ejercer la ironía sobre tan (aparentemente) opuestos puntos de vista. Aquí es una mujer que consigue un nuevo amor a pesar de que el hombre podría ser el aceite y ella, el agua. Se van a convivir a París después de bucólicos encuentros, pero ella tiene un hijo posesivo que impone el conflicto. Lo que sigue es menos un ejercicio de comedia burguesa parisina que una especie de parodia amable del género, casi como si se lo observara del otro lado del atlántico. Cuando aparece la muchas veces genial Karin Viard (no siempre) las dos son capaces de construir un perfecto dúo cómico de esos que uno quisiera que estuvieran mucho más tiempo en pantalla. El resultado es sin dudas desparejo, pero se puede apreciar una inteligencia mayor de lo que el tema podría ofrecer a simple vista.