Enfrentando la verdad
La película de Rachid Bouchareb indaga sobre las relaciones multiculturales y el terrorismo, a través de un desencuentro familiar. Si bien el film tiene algunos lugares comunes, es destacable la tensión dramática que genera en el espectador.
Una madre de mediana edad (Brenda Blethyn) llega desde su pueblo a Londres, con la intención de visitar a su hija. La joven se instaló allí para estudiar en la universidad. El orden de lo esperable augura un buen encuentro, la constatación de una carrera en marcha, y no mucho más. Pero el orden se ve alterado cuando la mujer no la encuentra en su departamento, y poco a poco comprueba que esas emociones “esperadas” se ven jaqueadas por un destino no imaginado, relacionado con un atentado terrorista. Más tarde aparecerá una posible relación sentimental con un joven africano, también buscado por su padre (Sotigui Kouyate). Pero la trama dará un giro aún más inesperado cuando la investigación policial desplace el rol de víctima hacia la de victimaria.
Con un notable manejo temporal, el director construye un relato contado a través de las cesuras, los vacíos de sentido que irán llenando los padres y - junto a ellos - el espectador. Desde la mirada prejuiciosa de la madre hasta la resignación en común, ambos deberán recorrer un penoso sendero de descubrimiento. Ella es locuaz y él es silencioso, luce abatido incluso desde antes del peor presagio. Las fronteras son múltiples (la religión, el modo de vida, la relación con sus hijos, el lenguaje). Por fortuna, Bouchareb elude deliberadamente todo afán proselitista y simplificador para narrar desde lo pulsional. Las menciones a los hechos políticos son laterales, a tono con la visión que los padres (en especial ella) tienen sobre los mismos.
De la inicial apatía a la conmoción en común, los destinos de los personajes principales transitan la desazón y la perplejidad. El realizador convocó a dos sólidos intérpretes, aunque en el caso de Bouchareb prima el extrañamiento por su particular figura (dentro y fuera del universo ficcional) y una economía de gestos que sintoniza con la composición más histriónica de Blethyn.
London River (2009) es una película austera en cuanto a su producción, pero el alcance alegórico que traza con la modernidad y los conflictos étnicos le dan una interesante apertura universal.