De esta agua no he de beber dice el dicho y es una gran verdad. Cuántas veces aquí mismo en Argentina habremos mirado con estupor noticias llegadas de otros lados donde los atentados son moneda corriente y de pronto, con un poco de culpa, sentir que eso acá al menos "no pasa". Y de pronto tenemos la herida de un hecho como el de la AMIA. Cómo no entender entonces la historia de una madre y un padre desesperados por dar con el paradero de sus respectivos hijos, cómo no empatizar con la angustia de la duda. Esta semana en Argentina se estrenó London River, un film del año pasado, co producido por Francia, Reino Unido y Argelia donde se nos cuenta la historia de Elisabeth, una mujer que vive en una típica cottage inglesa. Es viuda y su única hija se ha mudado a Londres donde estudia y trabaja. Pero un día las noticias estallan sobre un atentado explosivo en pleno corazón de la ciudad y ante la desaparición de esta, Elisabeth deberá viajar a Londres para intentar encontrarla. Paralelamente, Ousmane es un africano radicado hace 15 años en Francia. También ha perdido contacto con su hijo y emprende el mismo camino.
Esta es la historia de dos padres angustiados, de dos culturas diferentes unidas por la misma tragedia. En tono dramático y con actuaciones impecables, el francés Bouchared toma un conflicto político con sus daños insalvables para contar la grandeza del amor y la tolerancia, con escenas acertadas donde se destaca por sobretodo las actuaciones de la ya reconocidísima por Secretos y mentiras, Brenda Blethyn y del extraordinario ya fallecido Sotigui Kouyatè. London river es una drama sólido, profundo e imponente. Emotivo pero sin golpes bajos, contundente pero sin alardeos.
Y si bien el film parte de un hecho de terrorismo, no se detiene en las reflexiones políticas de turno. Este es un drama que podría trasladarse a muchos otros escenarios y seguiría siendo igualmente angustioso porque no hay nada más dramático para un padre o madre que perder a su hijo. La historia además no es gratuita en el encuentro de la señora Sommers y Ousmane, ambos hijos fueron la clave para que tras la pérdida llegue el cambio, pero un cambio verosímil donde el dolor está presente, donde la soledad se vuelve más opaca. De destacar también la música de Armand Amar todo lo cual hace pensar que bien merecido estuvo el oso de Plata al mejor director y desde ya al mejor actor para Sotigui Kouyaté; es que simplemente este hombre dice y declara con la mirada todo lo que otros necesitarían en un solo parlamento. Cuesta no quedarse con un nudo en la garganta luego de ver su mirada, sus movimientos y tonos pausados. Un hombre que no necesita llorar para mostrarnos el peso de sus emociones y de su historia. Un padre que ha dejado a su familia hace 15 años, que entonces no conoce siquiera cómo es su hijo, que pareciera buscarlo meramente porque así lo ha prometido. Pero sus ojos declaman, dicen, pronuncian que es un anciano que sufre, que sin abrir la boca confiesa cúanto le pesa haber abandonado y ahora no poder volver el tiempo atrás.
Se le ha criticado un poco al film algunas de las típicas dualidades religiosas, culturales y hasta políticas; pero debo decir que esta película va más allá aún cuando cuesta entender a veces a esa madre que pareciera más dolida por descubrir que su hija estudiaba árabe que el hecho mismo de su desaparición; pero nada resta al peso dramático. London river no quiere abarcar demasiado, es literalmente la búsqueda de dos padres heridos y de cómo estos tras compartir el mismo dolor terminan haciéndose uno. Por sobretodo se destacan las actuaciones, por la que el propio Kouyatè ha ganado el Oso de Plata muy merecidamente. Un film recomendable, emotivo pero no lacrimógeno, duro pero necesario.