Londres bajo fuego es la secuela de Ataque a la Casa Blanca y traslada la acción a la capital Inglesa. Al funeral del primer ministro del Reino Unido asisten los líderes mundiales más importantes. Un ataque terrorista convierte la ceremonia en una masacre de la que el presidente de los Estados Unidos deberá escapar con la ayuda de su jefe de seguridad, el guardaespaldas que ya lo ha salvado en varias oportunidades.
Con un argumento un tanto anacrónico, cercano a los filmes de acción de los ochenta, en plena guerra fría, la cinta funciona como un producto de propaganda contra los nuevos villanos del mundo: los extremistas islámicos.
Más allá del dudoso gusto de la premisa, funciona como una película de acción pura y dura. Con un montaje de cortes rasantes, secuencias cargadas de adrenalina y un héroe de acción, Gerard Butler, que se ha aprendido todos los clichés y se mueve a sus anchas en las secuencias más extremas.
El guión, los diálogos elementales, en realidad son lo de menos para esta producción que apuesta fuerte a los efectos, las explosiones y las secuencias de alto impacto. En ese sentido, el filme cumple con lo que promete: entretenimiento pochoclero para espectadores sin pretensiones artísticas ni intelectuales.