Marche una secuela
Ataque a la Casa Blanca (Olympus Has Fallen, 2013) imitaba a la seminal película de acción Duro de matar (Die Hard, 1988) al poner a un héroe circunstancial en el epicentro de un ataque terrorista a puertas cerradas. Gerard Butler hacía de un agente del servicio secreto caído en desgracia que se redimía rescatando al presidente de los EEUU (Aaron Eckhart) de un ataque norcoreano con la ayuda de su cuchillo, su pistola y el busto de Abraham Lincoln.
Ahora estamos en el año 2016. Los presidentes del mundo han asistido a un funeral de estado en Londres, y “todos” (los cinco que aparecen en el montaje) han sido asesinados en otro ataque terrorista masivo… ¿todos? ¡No! El presidente de los EEUU está custodiado por un irreductible irlandés y resisten todavía y siempre al invasor.
Londres bajo fuego (London Has Fallen, 2016) es básicamente Ronda 2 de la misma sangrienta contienda de terroristas vs. Gerard Butler, quien ha demostrado ser un buen héroe de acción – carismático, chistoso, vulnerable – pero cuyo personaje ya no posee ni siquiera un intento de recorrido o maduración. Lo mismo podría decirse de la película que protagoniza.
Si bien Ataque a la Casa Blanca podría ser descartada a simple vista como una tontería patriótica, el nivel de jingoísmo era tan caricaturesco que resultaba divertido, como si estuviera parodiándose a sí misma (cf. la escena del busto de Lincoln). Y nada le quitaba sus méritos como thriller de acción, excepto quizás la propia Duro de matar. Al concentrar la acción en un espacio y tiempo reducidos, la historia adquiere más unidad dramática; al limitar los movimientos y las posibilidades del héroe, el conflicto se intensifica. Si el héroe puede estar en cualquier lado en cualquier momento y hacer cualquier cosa, ¿dónde queda la tensión?
Irónicamente Londres bajo fuego sufre la misma suerte que las secuelas de Duro de matar al dejar detrás la premisa y la estructura (en la primera el objetivo es llegar al búnker presidencial, en la segunda no hay un objetivo concreto salvo sobrevivir escena a escena) y potenciar titánicamente la competencia del héroe a la de un ejército unipersonal. Por otra parte la película arrastra a varios personajes secundones de la primera y no les da nada para hacer – excelentes actores como Morgan Freeman, Melissa Leo y Robert Forster hacen acto de presencia y se quedan en la banca, donde se les une Jackie Earle Haley, también desperdiciado.
Hay dos buenas escenas de acción en la película: el ataque sorpresa inicial, que logra ser aún más ridículo y estrambótico que en la original, y un plano secuencial (obviamente truqueado) en el que la cámara imita la de un videojuego mientras Butler asalta el cuartel general de los malos. Pero la realidad es que la película deja la sensación de un derivado barato, una secuela que se deshace de las pocas cosas que funcionaron en la anterior y aplica la ley de “más es mejor” sin sumar ni dejar nada.