Rompo todo
Su cuota de cinismo y autoparodia la redime, con su acción violenta, sin tregua e inverosímil.
Las películas de acción, cuando vienen con un presupuesto exagerado, se convierten en tanques. Y se sabe que a los tanques es difícil pararlos.
Londres bajo fuego es la esperada secuela de Ataque a la Casa Blanca. Esperada porque Ataque... fue un éxito sí inesperado, y entonces qué mejor que seguir con el presidente de los Estados Unidos (Aaron Eckhart) a punto de ser masacrado por terroristas. ¿Que eso fue en la primera? OK, y si funcionó en la taquilla, ¿por qué no le puede pasar en la secuela?
Como había que reconstruir la Casa Blanca, la acción -trepidante, sin tregua, inverosímil- se traslada a la Londres del título, adonde Benjamin Asher llega para el funeral del Primer ministro británico, y lo mismo hacen decenas de líderes del mundo. ¿Qué mejor lugar para realizar un atentado?
En Londres bajo fuego la importancia de los diálogos es mínima, porque cuando hablan impiden sentir las explosiones, el traqueteo de las metrallas, los balazos y las piñas. Todo es desmedido. La sorpresa es que Londres es prácticamente dinamitada por una enorme cantidad de terroristas que cuentan con una igualmente enorme cantidad de armas y despliegue.
Quizá no importe quién desea acabar con Asher, ni tampoco que anuncien su ajusticiamiento en streaming por Internet. No, porque es Mike Banning (Gerard Butler) quien, como su agente del servicio secreto, tiene que salvar su vida.
Butler nos tiene acostumbrados a enfrentar lo imposible. Desde 300 a la fecha, cuando elige roles de acción su parámetro es que debe eliminar a, sino 300 enemigos, una cifra de tres dígitos. Y no falla.
El nivel de violencia se acerca al gore, por lo que los productores no se preocuparon por hacer una película para consumo adolescente, sino adulto. Hay muertes espantosas, hectolitros de sangre, alguna secuencia de tiroteo realmente bien lograda y filmada, un montaje no a lo loco, pero rasante. Y un elenco que no escatima nombres. A los ya mencionados hay que sumar a Morgan Freeman, Radha Mitchell, Angela Bassett, Melissa Leo y Robert Foster, entre tantos que pasan, dicen tres palabras y vuelven las explosiones.
Pochoclera al extremo que permite mirar cuánto queda en el balde y desviar la atención de la pantalla unos segundos, Londres bajo fuego tiene su cuota de cinismo, de autoparodia que la redime, aunque el grado de patrioterismo pudo haber sido evitado o disminuido.